La inflación es el indicador que más aflige a las familias y que ha llevado a los bancos centrales de las grandes economías a tomar medidas drásticas para contener. Un nuevo estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) plantea que esta situación pone en riesgo a más salvadoreños de caer en el umbral de la pobreza, principalmente por el encarecimiento de los alimentos.

El informe macroeconómico de América y el Caribe, publicado la semana pasada, reiteró que el principal desafío de los países de la región es la inflación y reducir la carga de la deuda pública para 2023.

“La inflación es un impuesto regresivo”, matizó en su reporte, porque un aumento sostenido de los precios -sobre todo de los alimentos y la energía- supone un deterioro en las condiciones de pobreza, ya que reduce el ingreso disponible y los salarios de las familias.

“Cuando el ingreso real de los hogares disminuye, las personas tienen que trabajar más horas para mantener el mismo nivel de consumo. Los más susceptibles ante estos cambios suelen ser las personas de menores ingresos”, señala.

En el reporte, el BID hace un ejercicio de calcular cuánto aumentaría la pobreza en los países de la región sin la intervención de políticas para compensar los aumentos de precios de los alimentos, de acuerdo a las tasas inflacionarias experimentadas en América Latina y el Caribe en 2022.

Concluye que podría aumentar en un 2.4 % la pobreza y 2.5 % la pobreza extrema (que no alcanza para comprarse la canasta básica de alimentos), lo que supondría llevar a 14 millones de personas a esta condición.

En el ejercicio para El Salvador, según el cálculo, la pobreza subiría un poco más de 2.5 %, mientras que la extrema aumentaría en un 3 %.

Los datos oficiales más recientes corresponden a 2021, cuando se estimó que el 24.6 % de la población salvadoreña vivía en pobreza (1.75 millones de personas), del cual un 16.5 % estaba en relativa y un 7.8 % en extrema, de acuerdo a la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM).

El BID recuerda en su reporte que las condiciones de vida venían en deterioro desde el brote de la pandemia del covid-19 en 2020, lo que deriva también en “pobreza laboral”.

Los formuladores de políticas deben navegar estas aguas con cautela, coordinando la combinación adecuada de políticas monetarias, fiscales, financieras”.
Eric Parrado, economista jefe del BID

Espada de doble filo

La respuesta “tradicional” de los bancos centrales para contener la inflación ha sido vía aumentos de las tasas de interés (encarecimiento del crédito), lo que despierta preocupaciones sobre la dinámica del mercado laboral, la pobreza y la desigualdad.

La inflación no regresará a los niveles previos al menos hasta 2024, lo que obliga a los países a mantener o endurecer la política monetaria. El BID señala en su reporte que la tasa media de la inflación alcanzó un 9.6 % en julio de 2022 en América Latina y el Caribe, la más alta desde la crisis global de 2008.

Los efectos de los ajustes en las tasas de interés ya pasan factura en Estados Unidos, donde una crisis bancaria preocupa a los inversionistas después de que tres bancos quebraran en una sola semana. El contagio llegó al sistema suizo, Credit Suisse atravesó problemas y terminó siendo comprado por su competidor.

La Fed reconoció la semana pasada que la “amplitud de los efectos (de la crisis bancaria) es incierta”, pero “probablemente resulten en condiciones de crédito más ajustadas para hogares y empresas”.

En ese sentido, el BID recomienda a los países latinoamericanos implementar subsidios específicos, así como estimular la inversión en infraestructura y mejorar los mercados de trabajo para que la dinámica económica no desacelere este 2023.

El dato
Los brotes inflacionarios son seguidos de políticas monetarias contractivas, sin embargo, es inevitable una ralentización de la economía y un aumento del desempleo.