Un informe de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa) indica que solo el 35 % del suelo del país es apto para cultivos, y están ubicados en las llanuras costeras, en las faldas de los volcanes y en los valles de las cordilleras.

Además, señalaron que las tierras de uso limitado ocupan el 65 % del territorio salvadoreño y se encuentran en las zonas inclinadas de las cordilleras.

Los datos fueron arrojados en un conversatorio sobre el "Uso actual del suelo y su impacto en el desarrollo inclusivo y sustentable en El Salvador, presentado este miércoles.

Ormusa indicó que en los últimos 20 años, se ha observado un cambio significativo en el uso de las tierras agrícolas, por ejemplo, la reducción de la siembra de maíz y sorgo en aproximadamente 50 mil manzanas, así como la siembra de arroz en unas 8 mil manzanas.

En contraste, se ha registrado un aumento en la siembra de caña de azúcar de aproximadamente 27 mil manzanas. Este cambio en el uso de la tierra no ha sido tanto de una actividad agrícola a otra, sino más bien de actividades agrícolas hacia actividades urbanísticas se pierden beneficios grandes de estos sistemas.

"El hecho de tener una alta densidad poblacional y que una gran parte de la población viva en áreas urbanas implica básicamente un alto costo de oportunidad para la tierra agrícola. ¿Qué significa un alto costo para la tierra agrícola? Bueno, es más económicamente beneficioso para una persona vender su tierra para construir una casa, venderla y dejar de realizar actividades agrícolas. Esto representa un cambio muy drástico para la tierra", explicó Joaquín Castro, director del Instituto de Ciencias Agronómicas y Ambientales de la Universidad de El Salvador.

Durante el conversatorio expusieron factores que provocan el deterioro de los suelos en el país, tales como la precisión demográfica, la deforestación, práctica agrícolas inapropiadas, fenómenos naturales como la sequía y huracanes.

Asimismo, Ormusa señaló que la distribución desigual de la tierra y las políticas económicas han generado desafíos significativos para producción alimentaria.

"Cuando hablamos de una declaratoria de emergencia ambiental es tomar consciencia que el suelo como otros recursos naturales no son renovables, se acaban y se afecta su degradación calidad y precisamente nos quedamos con recursos limitados", expuso Vilma Vaquerano, subdirectora coordinadora del Área de Observatorios e investigación de ORMUSA.

Las mujeres y el agro

Ormusa también recordó que solo el 10 % de las mujeres tiene acceso a tierras para cultivar, mientras que el 58.7 % de los hombres son propietarios de tierras agrícolas en la zona rural y un 15.08 % en zonas urbanas.
En contraste, las mujeres dedicadas a actividades agro son dueñas de solo el 9.3% de las tierras en áreas rurales y menos del 1% en áreas urbanas.

"Las mujeres somos las que tenemos poco acceso al suelo y a la tierra, a pesar de que somos las que sostenemos la economía del país. Cuando participamos de manera informal o en la economía de la rebusca, aportamos a esa economía, y es un trabajo que no es reconocido, no tiene descanso ni pensión alguna. Nos vemos en aprietos cuando no tenemos acceso a las tierras para poder cultivar de manera sana", dijo Claudia Ramírez de la Asaciones de Mujeres Ambientalistas de El Salvador.

Recomendaciones

Por tanto, Ormusa recomienda al gobierno salvadoreño la necesidad de emprender acciones coordinadas con asociaciones ambientalistas, empresa privadas y ciudadanía para contribuir a la adaptación del cambio climático, desde el enfoque de desarrollo sostenible y justo para todo El Salvador y se requiere:

Cumplir a cabalidad las disposiciones en materia de ordenamiento territorial para la preservación y restauración del equilibrio ecológico.

Políticas y programas que garanticen los usos y organización de suelos urbanos, urbanizables, no urbanizables y rurales, así como las áreas restringidas y no urbanizables.

Vigilar y asegurar que se respete las zonas protegidas y áreas de desarrollo restringido, y que estas sean tratadas adecuadamente para la conservación de áreas boscosas, restaurar o mejorar la calidad del aire en zonas urbanas y rurales, y asegurar la estabilidad del suelo.