Cada año, los productores se enfrentan al riesgo de una sequía entre julio y agosto, y luego se tienen que enfrentar al exceso de lluvia con la salida del invierno de octubre a noviembre. Eso ha ocasionado, por ejemplo que desde 2016 a 2021 el sector de cereales perdió más de 12.4 millones de quintales de granos básicos debido a las variaciones climáticas, suficiente para alimentar a la mitad de la población salvadoreña durante medio año, según la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (Campo).
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calcula que el cambio climático en las últimas tres décadas le costó $2,200 millones a El Salvador, pero lo más alarmante es que si no se toman medidas, para 2030 representará hasta el 7.2 % del PIB. Por su lado, el PNUD reveló que la asignación presupuestaria para enfrentar el cambio climático superó los $1,169.84 millones entre 2011 y 2015, una cifra que equivaldría al 4.3 % del gasto público, o 1.1 % del PIB.
De manera que estamos sufriendo ya las consecuencias de un fenómeno global y el país tiene que encontrar formas ingeniosas de enfrentarlo para poder sobrevivir, porque sin agricultura no hay comida y la tenemos que importar a precios onerosos desde el exterior. El cambio climático llegó para quedarse y tenemos que adaptarnos para sobrevivir.