El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales registra que entre 1926 y 2015 hubo 19 eventos climáticos de La Niña y 30 de El Niño, pero en 2018 ocurrió una de las sequías más devastadoras del último siglo con una duración de más de 40 días en algunas zonas del corredor seco. Este registro es un indicador claro del impacto del cambio climático en El Salvador y sus consecuencias sobre la agricultura y la vida de las personas.

Cada año, los productores se enfrentan al riesgo de una sequía entre julio y agosto, y luego se tienen que enfrentar al exceso de lluvia con la salida del invierno de octubre a noviembre. Eso ha ocasionado, por ejemplo que desde 2016 a 2021 el sector de cereales perdió más de 12.4 millones de quintales de granos básicos debido a las variaciones climáticas, suficiente para alimentar a la mitad de la población salvadoreña durante medio año, según la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (Campo).

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calcula que el cambio climático en las últimas tres décadas le costó $2,200 millones a El Salvador, pero lo más alarmante es que si no se toman medidas, para 2030 representará hasta el 7.2 % del PIB. Por su lado, el PNUD reveló que la asignación presupuestaria para enfrentar el cambio climático superó los $1,169.84 millones entre 2011 y 2015, una cifra que equivaldría al 4.3 % del gasto público, o 1.1 % del PIB.

De manera que estamos sufriendo ya las consecuencias de un fenómeno global y el país tiene que encontrar formas ingeniosas de enfrentarlo para poder sobrevivir, porque sin agricultura no hay comida y la tenemos que importar a precios onerosos desde el exterior. El cambio climático llegó para quedarse y tenemos que adaptarnos para sobrevivir.