En estos días se celebra en Egipto la 27a. Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022, más comúnmente conocida como COP 27. El tema no ha estado en la agenda de los gobiernos ni medios centroamericanos pero en lo poco que se han mencionado los países centroamericanos, es para alarmarse.

Los extremos climáticos en Centroamérica tienen un impacto devastador en los medios de vida de las personas, poniendo en peligro su capacidad para asegurar una alimentación adecuada. Centroamérica ya está sufriendo inundaciones, sequías e incendios lo que impacta en de la productividad agrícola y provocar mayores movimientos migratorios desde la región hacia el norte. Sumado a eso los efectos de la pandemia, la inseguridad y dictaduras como la de Nicaragua, los centroamericanos han emprendido el éxodo.

El Mayor Migration Council señala que si la situación continúa así, para el 2050 los centros urbanos de México y Centroamérica podrían hasta recibir 10,5 millones de migrantes ambientales.

El vicepresidente del Banco Mundial para la región de América Latina y el Caribe, Carlos Felipe Jaramillo, advertía esta semana de que los efectos del cambio climático supondrán una amenaza para muchas personas en la región de Latinoamérica y el Caribe, llevando a la pobreza extrema a más de 5.8 millones de personas hasta 2030.

Jaramillo ha apelado a la necesidad de “hacer algo al respecto” para que más de 17 millones de personas no tengan que abandonar el campo y las ciudades para escapar de los impactos climáticos. Hay que ponerle mayor atención al cambio climático y su impacto actual y futuro porque sus consecuencias parecen devastadoras.