La Corte de Cuentas ha sido una institución manejada históricamente de manera vergonzosa y cómplice por la partidocracia que se repartía los puestos a su antojo desde arriba hacia abajo. Dependiendo quién ha tenido el control, los magistrados limpian expedientes de sus afines o castigan a sus adversarios políticos.
Los finiquitos exprés que les otorgaron a los expresidentes de la República -que luego fueron condenados por corrupción- han sido los ejemplos más extremos. Por eso la institución tiene una carencia total de credibilidad y toda condena o absolución está siempre bajo sospecha de qué hay detrás.
La situación no ha cambiado mucho como lo demostró hace unos días el arresto de varios funcionarios de mediano nivel por eso elegir magistrados independientes, carentes de compromisos partidarios o personales, gente capaz y honesta, sería lo ideal; pero sabemos que eso es cada vez más difícil.
Sin embargo, hace unos días, el presidente de la Asamblea Legislativa habló de la necesidad de un “cambio de raíz” en el órgano contralor, algo en el que toda la sociedad debería estar de acuerdo y como primera muestra, deberían escoger a las personas más probas, más independientes y correctas para dirigir la institución. Un compromiso real con el combate a la corrupción y la transparencia pasar por elegir funcionarios probos e independientes.