Por desgracia, la migración irregular lejos de disminuir parece ser un fenómeno en ascenso no solo en las Américas sino también en Europa. Por eso Estados Unidos estableció hace unos días centros de trámites de asilo en Colombia y Guatemala, en busca de frenar la ola migratoria interminable.
Pero no son solo centroamericanos los que pasan. Ahora están viniendo a la región muchos venezolanos que huyen de las desgracias provocadas por la dictadura de Nicolás Maduro, junto a ellos también llegan ucranianos, africanos, haitianos, gente de Medio Oriente y hasta chinos que escapan de la crisis postcovid.
Tristemente el fenómeno migratorio es visto en Estados Unidos con ojos políticos. Desde que el presidente Ronald Reagan en los años 80 promulgó una ley para regularizar a miles de indocumentados, el tema de una reforma integral es solamente promesa de campaña de los demócratas que se rompe una vez llegan al poder y deportan masivamente. Y también es un retórica racista de los republicanos con propósitos electorales, como lo ha hecho Donald Trump.
En medio de ese debate político, abundan las dramáticas historias de gente que huye por motivos de persecución política, religiosa, gente que huye de la inseguridad o la violencia doméstica y muchísimos migrantes económicos. Es un drama que no terminará mientras no se atiendan las raíces.