Durante poco más de dos semanas, San Salvador se convirtió en la capital deportiva de la región. Vimos miles de atletas de variopintos uniformes y de más de una treintena de países caminar por nuestras calles, competir dignamente y alegrar el ambiente.

Los Juegos Centroamericanos y del Caribe fueron una fiesta deportiva, pero, también, una gran oportunidad para que El Salvador mostrara su mejor rostro después de décadas de que tristemente habíamos sido reconocidos por un país de guerras, violencia o pandillas.

Hay que reconocer el enorme esfuerzo de los organizadores y del Gobierno para que esta fiesta deportiva terminara de manera exitosa. Los salvadoreños que acudieron masivamente a los eventos deportivos no solo tuvieron momentos de excelente esparcimiento, sino que encontraron renovadas instalaciones deportivas que serán un gran legado para nuestro país. De igual manera, la renovación de la Universidad de El Salvador es un gran aporte para el Alma Máter de los salvadoreños.

Hay que valorar las cosas positivas del país, ver que el vaso está a la mitad y no meternos a discusiones inútiles si está medio lleno o medio vacío. Sin duda, tenemos muchas cosas que mejorar, pero en esta justa deportiva es digno y es justo reconocer que El Salvador hizo su mejor esfuerzo en mucho menos tiempo que lo habitual y el resultado ha sido exitoso. Eso demuestra que El Salvador y el esfuerzo de todos los salvadoreños da para más, que nuestra capacidad de construir es mayor que la que pensamos.

Vaya el reconocimiento a todos aquellos que lograron que los Juegos Centroamericanos fueran un éxito y que nuestro país haya salido con la frente en alto en medio de tantos desafíos presentados.