Todos percibimos el alza de precios en bienes y servicios. Es un fenómeno nacional y mundial. En junio pasado, los precios siguieron subiendo y la inflación anual en el país llegó a 7.76 %, impulsada por un mayor costo de los alimentos, según cifras del Banco Central de Reserva (BCR).

Pese a todo, El Salvador es de los países con menor inflación en América Latina debido a las medidas de alivio que ha aplicado el gobierno y que según el ministro de Hacienda, cuestan unos $338 millones en lo relativo al subsidio y la fijación de precios a los combustibles y al gas propano, así como la eliminación temporal del impuesto a la importación a un grupo de alimentos.

El problema es que a medida que los precios sigan subiendo y los ingresos de las personas no lo hagan, la población sufre un deterioro de la capacidad de pago y un aumento de la pobreza y la desigualdad.

La inflación es un fenómeno global que nos impacta porque somos un país altamente importador. Estados Unidos, por ejemplo, nuestro principal mercado, alcanzó un nivel de inflación del 9,1% a 12 meses, su nivel más alto desde 1981. El problema es que cuando los precios suben en Estados Unidos, la demanda se contrae y afecta la exportación de nuestros productos.

Europa también afronta una crisis similar que los ha obligado no solo a reducir su expectativa de crecimiento económico sin a preveer una inflación anual del 7,6%, a raíz del fuerte impacto de la guerra en Ucrania.

Son momentos difíciles tanto para El Salvador como para el mundo. Hay que seguir buenos ejemplos y actuar responsablemente para lograr salir de esta crisis sin la dureza que afrontan otros.