El papa Francisco visitó esta semana Canadá para pedir perdón a los indígenas por incontables abusos sufridos en internados dirigidas por la Iglesia Católica. Ha sido una visita difícil, Francisco ha hablado de “vergüenza y dolor” por “el mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas”.

La Iglesia Católica ha enfrentado durante las últimas décadas una serie de escándalos derivados de abusos sexuales a menores en diversas partes del mundo, incluyendo El Salvador. Un hecho doloroso que ha marcado profundamente a los fieles católicos que reclaman que la Iglesia no ha hecho lo suficiente al respecto.

No es el único problema que tiene el catolicismo actual. El propio papa Francisco hizo unas controvertidas declaraciones hace unos días proclamando su buena relación con el dictador cubano Raúl Castro mientras se niega a condenar los abusos del régimen hacia su pueblo. También ha mantenido un silencio sepulcral contra los abusos y ataques de la dictadura de Daniel Ortega contra los propios obispos y sacerdotes nicaragüenses. Pareciera que su afinidad ideológica ha pesado más que su propia fe.

La iglesia valiente de San Óscar Arnulfo Romero, o la de de los obispos nicaragüenses como Silvio Báez que soportan la persecusión de la dictadura de Ortega, contrasta notablemente con una iglesia opacada con los escándalos o por el silencio ante las injusticias como a veces pareciera que sucede en El Salvador donde el clero es ambiguo o parece abstraido de la realidad nacional.

La iglesia tiene que pedir perdón por sus errores del pasado pero también debe hacer una introspección sobre su camino en el presente, porque si no lo hace, cada vez tendrá menos feligreses en su futuro.