La reciente incautación en aguas nacionales de alrededor de 1 tonelada de cocaína, valorada en unos $25 millones, nos ilustra cómo el narcotráfico internacional sigue moviendo sus tentáculos para envenenar a nuestras sociedades con droga.

Tristemente el narcotráfico envenena sociedades no solo con el consumo, sino con el establecimiento de redes de crimen organizado y corrupción que provoca que países enteros terminen bajo su control. Así sucedió en Colombia hace unas décadas y los colombianos lucharon ejemplarmente contra los cárteles de la droga que tenían de rodillas al Estado y aunque aún tienen problemas, en gran medida han ganado la batalla.

Está sucediendo también en México y en menor medida -aunque de manera creciente- en Guatemala y Honduras donde el crimen organizado controla a su antojo grandes extensiones de territorio. Nuestros vecinos incluso se han convertido en productores de hoja de coca, base para la fabricación de cocaína.

Las autoridades salvadoreñas deben seguir comprometidas a la lucha contra el narcotráfico y todos los elementos que los apoyan, incluyendo por supuesto las pandillas. No se puede permitir que nos convirtamos en un narcoestado, en un país donde el narco hasta financia campañas electorales y partidos políticos como hemos visto en el vecindario.

Es fundamental combatir el narcotráfico persistentemente en todas sus formas y niveles. Desde el narcomenudeo que manejaban a su antojo las pandillas hasta esas bandas que trafican toneladas por nuestras aguas y nuestros territorios. Solo así podremos lograr que la seguridad no vuelva a ser el principal problema del país.