Tristemente la manera cómo se conduce en El Salvador es una muestra de la actitud psicológica que tiene el ciudadano hacia las normas de tránsito y a las más elementales reglas de la convivencia humana. Simplemente no se respeta ni unas ni otras, el desprecio a la ley y a la consideración del prójimo suele ser una conducta habitual.
El otro problema es cómo algunos viven una especie de ley de la selva a la hora de conducir. Manejan como si fueran los únicos en la calle, se lanzan sobre quién sea sin respeto a otros conductores y mucho menos hacia los peatones. Esto suele provocar incidentes de intolerancia y confrontación pública que se deriva en pleitos callejeros y amenazas a la integridad física. Abundan estos casos y en algunos extremos las víctimas han resultado ser personas discapacitadas.
Estos problemas son derivados de la conducta personal y colectiva, mucho se puede hacer en campañas preventivas e incluso con mayor coerción al imponerse multas más altas con la nueva ley, pero el problema es que se necesita un cambio de actitud, el respeto a la ley es fundamental ciertamente, pero también lo es es el sentido común para evitar afectar a la colectividad con esas conductas.