Las disputas entre el presidente de ARENA, Carlos García Saade y el excandidato presidencial, Joel Sánchez, son penosas y rondan acusaciones legales peligrosas. Por otro lado, la disputa entre García Saade y la diputada Marcela Villatoro también refleja la crisis interna de ARENA. Más allá de las acusaciones de corrupción y uso indebido de fondos, las expresiones misóginas denunciadas por Villatoro añaden un elemento preocupante en una institución que, en teoría, debería modernizarse y ajustarse a nuevas exigencias democráticas.
Pareciera que ARENA se está disputando las sobras de un pasado que los llevó a ganar cuatro periodos presidenciales -que terminaron con terribles cuestionamientos- y ahora sus pocos liderazgos se disputan la sobrevivencia en un partido que aún no logra reestructurarse tras sus derrotas electorales consecutivas desde 2009.
El llamado del diputado Francisco Lira a resolver estos problemas en privado es comprensible, pero insuficiente. Lo que ARENA necesita no es ocultar sus disputas, sino abordarlas con transparencia y rendición de cuentas, alejado de orgullos y problemas personales. Sin una depuración real y sin cambios estructurales, el partido continuará en una espiral de desprestigio que lo aleja cada vez más de una recuperación política, si es que pudiera haber chance.