Castillo, cuestionado por actos de corrupción, tomó la medida en su desesperación porque el parlamento buscaba destituirlo para investigarlo por esas irregularidades que implicaban a su familia. El Congreso peruano terminó desconociéndolo y nombrando a su vicepresidenta, Dina Boluarte, como su sucesora, pero lejos de solucionar la crisis, la situación se ha agravado y se han desencadenado semanas de protestas con decenas de muertos.
Boluarte, sumamente debilitada, ha llamado al Congreso a un acuerdo político para adelantar las elecciones -uno de los reclamos de los manifestantes- pero la desprestigiada clase política parece resistirse a hacerlo.
Y es precisamente eso el problema. La falta de credibilidad y el desgaste de la clase política peruana están llevando a un país bastante próspero a una crisis política extrema donde seis presidentes han gobernado en los últimos siete años. La extrema izquierda -alentada por el boliviano Evo Morales- parece alentar el caos y los partidos tradicionales están alejados de un acuerdo político o un diálogo que resuelva la delicada situación que viven.
Esperemos que prevalezca la sensatez en Perú, mucho tiene que ceder la clase política y encontrar el camino del entendimiento, el diálogo y lograr así la estabilidad que han perdido y que les puede traer graves consecuencias en lo económico.