La crueldad rusa no tiene límites contra sus vecinos ucranianos, a los que invadieron ya hace meses en una prolongada guerra en la que han llegado al extremo de amenazar con ataques nucleares.

Ahora existe el temor de que Rusia haga que los ucranianos pasen hambre o mueran de frío este invierno, según advertía ayer la jefa de la diplomacia alemana Annalena Baerbock. Y no es suposición. Las tropas de Vladimir Putin se han encargado de atacar instalaciones claves de generación de electricidad. A inicios de esta semana un ataque masivo ruso golpeó instalaciones energéticas en varias regiones de Ucrania, dejando sin agua al 80% de los usuarios de la capital, Kiev, y sin luz a “cientos de localidades” en siete regiones del país.

Los ucranianos sufren racionamiento de energía y de agua, lo que será especialmente grave en los venideros meses de frío extremo del invierno en esa región del mundo. Si no tienen electricidad para calefacción, el riesgo de morir de frío es elevado.

Rusia además mantiene la amenaza de impedir la exportación de cereales desde Ucrania, uno de los mayores productores del mundo, causando no solo problemas económicos a los ucranianos sino de desabastecimiento de cereales para muchísimos países del mundo, incluyendo naciones pobres de África y Asia, que pueden pasar por severa escasez de alimentos debido a esas medidas.

A todo eso hay que sumarle el componente humano, las muertes de civiles siguen ocurriendo a diario, la deportación de ucranianos hacia Rusia, la adopción forzosa de niños ucranianos y por supuesto, el bombardeo de instalaciones civiles de parte de los rusos sigue siendo la tónica de la guerra emprendida por Putin.