En sus 45 días en el cargo, su plan económico que incluía recortes de impuestos masivos y un apoyo a las facturas energéticas, dos cuestiones que hicieron temer un descalabro en las cuentas públicas, fue desechado, perdió a dos ministros claves, sus índices de popularidad cayeron en picada, su autoridad fue destruida, su partido se amotinó y la reputación internacional del Reino Unido -que tiene la quinta economía más grande del mundo- quedó hecha pedazos.
La credibilidad de la conservadora Truss se vino hacia abajo hasta dentro de su propio partido, su permanencia en el cargo se volvió insostenible.
Truss mostró no tener contenido en sus propuestas, con evidente incapacidad de comunicar eficazmente la labor de su Gobierno que se fue deshaciendo minuto a minuto. La renuncia de la primera ministra era cuestión de tiempo al grado que un periódico local hizo un vídeo en tiempo real para ver quién duraba más si Truss o una lechuga. La lechuga quedó viva tras una semana de espera.
Los analistas prevén que la problemática continuará en el Reino Unido y algunos señalan el Brexit -la salida británica de la Unión Europea- como causa original de los males actuales. Habrá que ver si los conservadores logran mantener el poder o se convoca a nuevas elecciones y los británicos, agotados de los escándalos de Boris Johnson y la ineficiencia de Truss, terminan dándole el poder a la oposición laborista.