El liderazgo de don Bobby, como se le conocía socialmente, siempre estuvo presente en la sociedad salvadoreña, especialmente en momentos de dificultad, donde él aportó su tiempo, su talento y su esfuerzo por colaborar, como lo vimos en comités de reconstrucción durante los terremotos de 1986 y 2001.
Su don de gente le permitía conversar y escuchar a todo aquel que se encontraba en su camino, le prestaba atención hasta al más humilde de sus interlocutores y también sabía aconsejar y decir la palabra indicada, incluso ante los personajes poderosos con los que le tocaba hablar.
Muchos en El Salvador quisieron verlo como candidato presidencial o como presidente de la República, pero don Bobby nunca cedió a esa tentación, su entrega al país estaba más allá de banderas políticas o carreras electorales. Era un hombre genuinamente preocupado por el rumbo del país, por lograr entendimientos básicos que permitieran pacificar el país, alcanzar la armonía, la prosperidad y el desarrollo al que todos aspiramos.
Su legado empresarial, social, político es digno de reconocimiento nacional. Estamos ante la partida de un gran líder nacional que tenía la visión y la filosofía que necesita El Salvador para salir adelante. Descanse en paz don Roberto Murray Meza.