Es frecuente escuchar historias dramáticas y trágicas de migrantes desaparecidos. Gente de la que su familia jamás volvió a saber nada, murieron en el desierto o ahogados en algún río, o lo que es peor, asesinados por pandillas, por los mismos traficantes o por bandas delincuenciales. Una vez salieron del país, no hay quién los proteja y por el contrario, se tienen que enfrentar no solo a los peligros de la travesía sino también a cuerpos de seguridad corruptos que lejos de protegerlos, buscan cómo aprovecharse de ellos.
En el caso de El Salvador, el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos “Amor y Fe” (Cofamide) se queja que no hay acompañamiento del Gobierno para las familias que buscan a los migrantes desaparecidos en suelo extranjero, y perciben insensibilidad a la problemática.
La migración irregular siempre ha sido un calvario. Los traficantes de personas se aprovechan de los migrantes que muchas veces se endeudan para buscar una mejor vida, y enfrentan todo tipo de sacrificios y sufrimientos para llegar a territorio estadounidense. Muchas veces esos mismos traficantes son sus verdugos que los estafan, abusan, los venden y hasta los asesinan, para luego no dar cuenta de sus vidas. Es una tragedia recurrente que debe cesar.