Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), unos 44,876 migrantes desaparecieron en todo el mundo entre 2014 hasta 2021; de esos, 6,707 desaparecieron en las Américas. Precisamente en estos días en Guatemala, unos 24 colectivos de familiares de personas desaparecidas por violencia y migración de El Salvador, Guatemala, Honduras y México exigían de forma conjunta a sus Estados reconocer y acompañar en la búsqueda de sus familiares, que llevan años sin ser localizados.

Es frecuente escuchar historias dramáticas y trágicas de migrantes desaparecidos. Gente de la que su familia jamás volvió a saber nada, murieron en el desierto o ahogados en algún río, o lo que es peor, asesinados por pandillas, por los mismos traficantes o por bandas delincuenciales. Una vez salieron del país, no hay quién los proteja y por el contrario, se tienen que enfrentar no solo a los peligros de la travesía sino también a cuerpos de seguridad corruptos que lejos de protegerlos, buscan cómo aprovecharse de ellos.

En el caso de El Salvador, el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos “Amor y Fe” (Cofamide) se queja que no hay acompañamiento del Gobierno para las familias que buscan a los migrantes desaparecidos en suelo extranjero, y perciben insensibilidad a la problemática.

La migración irregular siempre ha sido un calvario. Los traficantes de personas se aprovechan de los migrantes que muchas veces se endeudan para buscar una mejor vida, y enfrentan todo tipo de sacrificios y sufrimientos para llegar a territorio estadounidense. Muchas veces esos mismos traficantes son sus verdugos que los estafan, abusan, los venden y hasta los asesinan, para luego no dar cuenta de sus vidas. Es una tragedia recurrente que debe cesar.