La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) revelaba en un informe reciente que más de 50 mil personas de todo el mundo perdieron sus vidas en rutas migratorias de África, Asia a Europa, y de Centro y Suramérica hacia Estados Unidos desde el 2014, cuando se inició el registro de los decesos en este contexto.

Solo en las Américas hay casi siete mil víctimas mortales, lo que nos da una dimensión de la tragedia de la migración indocumentada y sus peligrosas travesías. La mayor parte de los casi siete mil decesos reportados corresponde al cruce de la frontera terrestre entre los Estados Unidos y México. Cientos de esos casos por supuesto incluyen a salvadoreños y centroamericanos. Pero también mexicanos, sudamericanos y hasta africanos y asiáticos que cruzan toda la región para intentar alcanzar Estados Unidos.

Gran parte de esas tragedias de los migrantes las causan las mafias de traficantes de personas que han sido capaces de cualquier barbaridad hacia sus semejantes con tal de ganar dinero.

Muchas de esas víctimas son niños que al intentar cruzar ríos o subir a trenes, pierden la vida, como han sido los casos de varios salvadoreños en los últimos años. La tragedia ocurre cada día. Los migrantes en el mundo prefieren arriesgarlo todo antes que seguir sufriendo por el hambre, la inseguridad, las guerras o la inestabilidad política. Esta semana, por ejemplo, se conocía de tres jóvenes nigerianos que llegaron de polizones en el timón de un barco en las Islas Canarias luego de una travesía de 11 días en el mar desde Nigeria.