El fútbol es el deporte más popular entre los salvadoreños. Equipos como el Alianza, Fas, Firpo o Águila tienen un arraigo popular en todo el país y sus aficiones son una especie de fieles cofradías que viajan por todo el territorio nacional para apoyarlos.

De vez en cuando ocurren episodios de violencia, aficionados que avivados por el alcohol y la frustración de algún resultado terminan enfrentándose a golpes. En años recientes hubo casos lamentables en varias ciudades del país. También hubo autobuses apedreados y aficionados y jugadores lesionados.

Nada de eso es aceptable para el deporte que debería ser un punto de encuentro para la sociedad. Mucho menos es aceptable cuando dos jugadores emblemáticos se lían a golpes ante el público dando un pésimo ejemplo a la sociedad entera como sucedió el fin de semana entre el delantero aliancista Rodolfo Zelaya y el defensor del Platense, Ronald Padilla.

Entre ataques verbales y puñetazos, Zelaya y Padilla dieron un lamentable espectáculo transmitido en directo en televisión. No hay justificación para semejante altercado. Dos jugadores de ese nivel no pueden perder la cabeza de esa manera, no entienden que además de ser ídolos deportivos deben ser personas de comportamiento ejemplar especialmente para los niños.

Así como se ha sancionado a aficionados agresivos y violentos, también se debe imponer disciplina en los clubes de fútbol, fomentar el respeto mutuo, el respeto al aficionado, el respeto al árbitro. Lo sucedido es lamentable, debe ser sancionado adecuadamente y evitar que se repita.