Las desgracias que traen esas catástrofes son una combinación de causas que van desde la propia naturaleza pasando por las necesidades de vivienda y asentamientos humanos hasta el pésimo control para la construcción y la descarada evasión de los permisos gubernamentales.
Lo de Brisas de San Francisco es una combinación de todas esas causas. La gente tiene necesidad de vivienda y a las constructoras se les ocurre edificar sobre una quebrada, construir una bóveda sin mucha vida útil, encima saltarse los permisos medioambientales.
Ahora la gente pasa por la tragedia de perder sus casas y muy probablemente todo el dinero que invirtió en ellas si no tiene los seguros o las garantías para reclamarle a alguien por lo sucedido. El gobierno ha expresado su voluntad de ayudar a la gente a reubicarse mientras repara la bóveda, pero la problemática es mayúscula.
El país está entre los más vulnerables del mundo, terremotos, erupciones volcánicas, deslaves e inundaciones son parte de nuestra trágica historia. Cada invierno sufrimos por los embates de la naturaleza pero también por la mala cabeza y el desorden que ha prevalecido históricamente a la hora de construir. Por eso es necesario reforzar los mecanismos de control para que estas catástrofes recurrentes no sigan sucediendo con tanta frecuencia, haciendo tanto daño a la sociedad y costando millones de dólares.