El ministro de Seguridad Pública, Gustavo Villatoro, revelaba esta semana que los pandilleros salvadoreños que huyeron debido al régimen de excepción han establecido bases en el sur de México y Guatemala, donde delinquen y afectan a las comunidades donde instalan su accionar.

Eso explica cómo las pandillas se volvieron una pieza clave del crimen organizado transnacional. Las autoridades de toda la región han dicho que las pandilas MS-13 y Barrio 18 son pieza clave del narcomenudeo y del tráfico de personas en la región.

Las pandillas, surgidas entre migrantes centroamericanos en el este de Los Ángeles en los años 80, se han extendido por amplias regiones de Estados Unidos, Canadá, México y Centroamérica. Sus crímenes van desde homicidios brutales hasta extorsiones, violaciones sexuales, secuestros y otros. Luego fueron evolucionando hasta controlar el narcomenudeo en la región y las rutas de la migración irregular.

De ahí la necesidad de combatir a las pandillas en conjunto. Si El Salvador está teniendo éxito en acabar con la amenaza permanente y accionar delictivo de estas bandas, es obvio que iban a buscar a sus bases en el resto de la región para seguir operando, delinquiendo y obteniendo ganancias de sus actividades ilícitos. Como se ha visto en El Salvador, las pandillas lavan su dinero a través de negocios de fachada y hasta en unidades del transporte colectivo.

Por eso es valioso que los países vecinos, incluyendo México y Estados Unidos, estén entregando a los pandilleros que huyen de El Salvador y son localizados en sus territorios. Es fundamental la colaboración mutua para combatir esta plaga internacional que nos afecta a todos.