Ya está claro que la persecución religiosa y política en Nicaragua no tiene límites, que esa dictadura bicéfala no tiene respeto por absolutamente nada y que el vecino país se ha convertido en un estado paria donde su población es víctima de todos los abusos y caprichos de sus gobernantes.
Probablemente el próximo paso de la dictadura Ortega-Murillo en Nicaragua será el de despojar de todos los colegios a los jesuitas y luego irá con otras congregaciones católicas, emulando a la dictadura de Fidel Castro a inicios de los años 60. Ese regimen busca así acabar con la educación religiosa y la educación privada, como opciones para los padres de familia. Seguramente se inclinarán por el adoctrinamiento ideológico desde escuelas públicas dirigidas por fanáticos partidarios que no tienen ninguna formación académica.
Pero después del despojo de los colegios religiosos, no hay ninguna garantía para nadie en Nicaragua, donde ya se perdió el Estado de Derecho, los derechos humanos, las más elementales libertades y la posibilidad de vivir en paz.
La confiscación de bienes de opositores políticos, medios de comunicación, empresarios, etc, es la muestra que la dictadura nicaragüense no tiene ningún respeto por la propiedad privada y simplemente están robándole las propiedades a sus críticos para repartírsela entre la familia gobernante y sus colaboradores, una piñata peor que la que ya hicieron en 1990 y que terminará de destruir Nicaragua.