El presidente peruano, Pedro Castillo intentó ayer un “autogolpe” con la disolución del Congreso y la intervención del Poder Judicial, una aventura que apenas duró un par de horas porque los diputados lo destituyeron en una votación de manera abrumadora. Al final del día, Castillo terminó fuera del cargo y arrestado en una delegación policial. A Castillo lo destituyeron por “incapacidad moral” y se le investiga en cinco casos de corrupción.

Lamentablemente Perú tiene un historial reciente de inestabilidad política y destitución de presidentes que el país ha llegado a una incertidumbre interna sin precedentes. Con la juramentación de la nueva presidenta Dina Boluarte, Perú
ha tenido seis presidentes en los últimos seis años. En 2020 incluso hubo tres mandatarios en una semana. En la mayoría de los casos, las destituciones han sido causadas por actos de corrupción.

Pese a que el Congreso peruano también es fuertemente cuestionado por su corrupción, hay que reconocer que la institucionalidad del país funcionó y que los diputados, el Tribunal Constitucional, así como los militares y las fuerzas policiales, se pusieron del lado de la Constitución y evitaron apoyar la aventura golpista de Castillo, un izquierdista advenedizo que llegó a ser presidente por un golpe de suerte.

La nueva presidenta habla de un acuerdo nacional, de buscar consensos y ciertamente los necesita. Perú ha vivido demasiada inestabilidad política y económica en los últimos años, pero en este episodio ha logrado salvar su democracia. Habrá que esperar que sepa desterrar también la corrupción y los abusos de poder.