Se trata de una posición que enfrenta muchísimos desafíos y quizás el primero de ellos es que el nuevo titular del SICA demuestre su compromiso por los intereses de la integración regional y que no responde a los sátrapas que gobiernan en Managua.
El SICA cumplió en diciembre 30 años de fundado con el objetivo de gestionar y acelerar la integración regional, sin embargo, la región está más desintegrada y desunida que nunca.
Con la notable excepción de Guatemala y El Salvador que por convicciones binacionales han estrechado su integración, el resto de la región sigue retrocediendo. Los controles fronterizos y aduanales en el resto de la región son un dolor de cabeza para los viajeros y todos los avances de movilidad de bienes, servicios, capitales y personas han ido retrocediendo y en parte se debe a la imposición de una serie de restricciones por parte del régimen de Daniel Ortega con sus vecinos de la región.
Pero más allá de situaciones puntuales, el SICA y otras instituciones de integración como el Parlamento Centroamericano y la Corte Centroamericana de Justicia dejan muy pocos beneficios a la población, se perciben como elefantes blancos sin alma o refugio de políticos retirados y cuestionados. El SICA debe demostrar que es útil para la integración regional, que de verdad vela por el desarrollo del istmo, el beneficio de su población y la superación de disputas bilaterales generalmente derivadas de oscuras motivaciones políticas.