Rusia lleva un año bombardeando poblaciones civiles ucranianas, destruyendo infraestructura civil básica. Pero no han podido quebrar la resistencia de un pueblo que claramente lucha por preservar su independencia y su libertad.

Este es un conflicto donde está muy claro que Rusia es el país agresor y Ucrania es la nación agredida. Pero está claro que Vladimir Putin, que creía que tomaría Kiev en tres días, ha fracasado en todos sus objetivos cuando lanzó la invasión de Ucrania hace un año.

Millones de ucranianos resisten los ataques, las bombas, las matanzas de población civil, la destrucción de su infraestructura eléctrica en tiempos de frío extremo. Han sufrido hambre, millones han tenido que refugiarse lejos de sus hogares, en otras ciudades del país o en países europeos.

Pero es admirable cómo no se han dejado vencer. El pueblo ucraniano se ha organizado para enfrentar a las tropas rusas, para defender su tierra y sus tradiciones. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski lo definía así: “Ha sido un año de dolor, tristeza, fe y unidad. Y este año, nos hemos mantenido invencibles. No huimos, sino que nos enfrentamos. Resistiendo y luchando”.

Lamentablemente no sabemos cuando terminará el conflicto porque las amenazas de Vladimir Putin continúan y no parece tener intenciones de parar esta locura. Los crímenes de lesa humanidad cometidos por Putin y sus tropas deben ser castigados por la comunidad internacional. Ningún país tiene derecho de invadir a otro, matar a su gente, saquear sus recursos y luego salir campantemente proclamando la paz. No se vale. Cuando la guerra termine, debe quedar claro que no pueden quedar impunes y eso debe ser un consenso mundial.