La tradición cultural y religiosa de nuestro país conmemora hoy el Día de los Santos Difuntos. Se recuerda y ora por aquellos que han fallecido, se les visita en los cementerios, se conmemora la vida de aquellos que se nos adelantaron.

Se dice que la muerte no nos roba a los seres queridos sino que al contrario, nos los resguarda e inmortaliza en el recuerdo. Muchos lloran el recuerdo de esos seres queridos que partieron, otros celebran su vida con los buenos momentos compartidos.

Vale la pena reflexionar en cómo los años recientes en cómo la violencia primero y luego la pandemia nos arrancó la vida de seres queridos de una manera repentina, incluso de maneras poco dignas por las circunstancias.

En días como este se piensa también en seres queridos que están desaparecidos, un fenómeno de la violencia criminal que ha asolado el país y que acumula dolor, angustia, indignación y demanda demasiadas respuestas y sobre todo justicia. Perder a una persona amada es duro, pero perderla en circunstancias desconocidas sin tener sus restos lo hace aún más doloroso. De ahí que las desapariciones son un estandarte de crueldad de parte de sus autores.

Lamentablemente el país tiene décadas de sufrimiento acumulado por la violencia de la guerra civil y por la violencia delincuencial. De manera que debería ser también este día un momento no solo para recordar a los ausentes y rendir homenaje a su legado personal y familiar, sino también para orar y abogar para que El Salvador siga por los senderos de paz y armonía que tanto necesita.