Los ciudadanos siempre nos quejamos de la política y de los políticos. Generalmente por razones válidas. Todos repudiamos los abusos, la soberbia, esa controversia permanente, el bloqueo de unos contra otros, la corrupción, los compadrazgos, el nepotismo y tantos otros males que hemos sido testigos durante décadas.

Lamentablemente, muy poco hacemos para cambiar esa realidad, fuera de criticar o ahora con las nuevas tecnologías, tuitear mil quejas desde la comodidad del sofá donde manipulamos el celular. Como tenemos el concepto que la política es sucia y la repudiamos, entonces nadie quiere participar en la política. Mucha gente buena y preparada se queda al margen.

Por eso me parece muy alentador esta vez ver a tantos jóvenes profesionales participar en las elecciones internas de los partidos y buscar ser candidatos a diputados. Los hay en todos los partidos y de verdad, es respetable y admirable su decisión.

Algunos jóvenes entusiasman. Contagian con su ánimo y sus propuestas, son nobles e idealistas, soñadores y quieren genuinamente un mejor país. Vienen de todos los estratos sociales y de todas las formas de pensamiento y eso es bueno. Nuestra sociedad debe ser plural, amplia. En la diversidad está la riqueza de pensamiento y la construcción de una visión que lleve a tener un mejor país.

También hay gente mayor, incluso veteranos profesionales que quieren una oportunidad porque están hartos del estado de las cosas. Y por ahí también abundan los reciclados de siempre, los que creen que tienen derecho a ser eternos en la política y han vivido de eso por décadas. Esos no me generan ningún entusiasmo, aunque tienen todo su derecho a participar.

Aplaudo a todos los jóvenes que se animaron, del partido e ideología que sea. Es su responsabilidad construir un mejor país que el que heredaron.