El escenario evocaba el desierto de Arizona o Nuevo México y la banda sonora, esencial en los shows de Williams, los cantos de los pueblos originarios de esas tierras.
En una propuesta que recordaba la reciente película de Martin Scorsese, “Los asesinos de la luna”, Williams mezcló la artesanía de los pueblos Dakota y Lakota con el savoir faire de la marca francesa.
Enormes baúles con el monograma LV de la casa, declinados con diferentes colores y estampados, eran transportados por modelos vestidos con chaquetas cortas, de estilo rústico.
Las camisas pegadas al cuerpo y ornadas con piedras turquesas en forma de botones, que se desperdigaban por el pantalón, de amplia pernera, para acoger las botas.
Poco a poco fueron apareciendo otros temas afines a la propuesta de Williams, como agrandar el tradicional damero de Louis Vuitton. Un abrigo largo, típicamente vaquero, empezaba con un enorme damero (mosaico) de rojo sangre en la parte superior de la prenda, que se iba deshaciendo para dar paso a un gran dibujo de tonos azules de un cowboy a lomos de caballo, en la parte inferior.
No faltaron camisas negras con flecos blancos y estampadas con bordados a la altura del pecho. Los cinturones, con hebillas de hierro con el monograma LV, adornados en ocasiones con pedrería.
“Utilizando la mejor artesanía, desde gemas preciosas hasta técnicas de bordado y pintura a mano, la colección arroja luz sobre la iconografía del vestuario del Oeste Americano” resumió la nota de prensa de la marca e moda, una de las más suntuosas de la industria, fundada por el empresario y diseñador francés Louis Vuitton (1821-1892).