La Asamblea de diputados constituyentes que el 20 de diciembre de 1983 aprobó la actual Constitución, cumplió su labor en medio de la guerra civil y en una época de tremenda polarización política y de violencia social.

Su intención sin embargo, quedó reflejada en el preámbulo de nuestra Carta Magna: “puesta nuestra confianza en Dios” y a la vez: “animados del ferviente deseo de establecer los fundamentos de la convivencia nacional con base en el respeto a la dignidad de la persona humana…”, desarrollaron un catálogo de derechos, y una estructura estatal puesta al servicio de las personas, que 36 años después, sigue siendo la base de nuestra democracia representativa.

La Constitución nunca pretendió ser perfecta, más que un documento de naturaleza jurídica y política, o evidencia escrita de un período difícil de nuestra historia, la Constitución constituye la evidencia de valores de cohesión social que pueden ser compartidos, sin importar las diversas ideas que conviven en sociedad.

Hoy se cumplen 37 años de aquel día en que superamos los traumas del Golpe de Estado de 1979 y reiniciábamos la institucionalidad y sentamos las bases a nuestra democracia. Cualquier reforma que se pretenda debe evitar el autoritarismo y absolutismo que el país ha intentado evitar desde el derrocamiento del general Martínez en aquel lejano 1944.

Hoy honramos los valores que la Constitución representa, y recordamos a las personas que la hicieron posible, a quienes trabajan actualizándola y a quienes defienden su contenido. Esta Constitución ha sido el pilar sólido de nuestra democracia y hay que respetarla y defenderla.