La noche del 9 de agosto de 1995, a las 8:14 p. m., el Vuelo 901 de Aviateca, un Boeing 737-200, impactó contra las faldas del volcán de San Vicente —también conocido como Chinchontepec— en medio de una intensa lluvia, provocando la peor tragedia aérea en la historia de El Salvador.
El avión, que había partido de Miami con destino final en San José, Costa Rica, hacía escalas en Guatemala, San Salvador y Managua. Tras despegar del aeropuerto La Aurora en Guatemala, las condiciones de baja visibilidad por la tormenta habrían desviado la aeronave de su ruta, llevándola a estrellarse en la finca Santa Marta, en Nueva Tepetitán, a solo 12 millas del Aeropuerto Internacional de Comalapa.

En el siniestro murieron 65 personas: 58 pasajeros y siete tripulantes (dos pilotos, tres sobrecargos y dos mecánicos). No había salvadoreños entre las víctimas. Entre los fallecidos estaban el embajador de Brasil en Nicaragua, Genaro Antonio Mucciolo, y su esposa; el embajador de Dinamarca en El Salvador, Palle Marker, junto a su primer secretario; el torero mexicano Luis Procuna y su esposa nicaragüense Consuelo Chamorro; cuatro monjas españolas y el empresario nicaragüense Eugenio Lacayo.
Los restos fueron recuperados tras tres días de trabajos en la difícil zona boscosa y escarpada donde cayó el avión. El hecho causó conmoción mundial y el Vaticano, a través del nuncio apostólico, envió sus condolencias a las familias.

Investigación y causas del accidente
La Dirección General de Transporte Aéreo de El Salvador concluyó que el siniestro fue causado por errores humanos del piloto, copiloto, Capitán Axel Byron Miranda Herrera y Víctor Francisco Sandoval Salguero, respectivamente, además del controlador aéreo José Alberto Chávez.
La Fiscalía General de la República abrió una investigación luego de que el aeropuerto internacional negara entregar las cintas con las últimas conversaciones de la tripulación. Aviateca ofreció una recompensa de $575 por información que permitiera localizar la caja negra.
A 30 años del accidente, el Vuelo 901 de Aviateca sigue siendo un doloroso episodio en la historia de la aviación salvadoreña, algunos restos del avión aún pueden encontrarse en la zona del impacto.
Para los habitantes de San Vicente, aquella noche de estruendo, explosiones y un cielo iluminado por segundos permanece como el momento en que el “gigante” Chinchontepec pareció despertar, pero en realidad presenciaba una tragedia sin precedentes.