Los hombres, los adultos de más edad, los conservadores y las personas con ingresos más elevados son los más propensos a afirmar que el hecho de que menos personas tengan hijos tendría un impacto negativo. Yo podría encajar con varios de los grupos anteriormente mencionados, y si, también era de las personas con la percepción de que tasas de remplazo poblacional negativas (por debajo de 2.1 niños por mujer) eventualmente tendrían un efecto social y económico perturbador en el desarrollo de nuestras sociedades.
En mi pensamiento filosófico naturalista, una población optima y saludable lo constituiría una pirámide poblacional expansiva, o al menos estacionaria, donde los muertos serian remplazados por nuevos nacimientos, y por supuesto con una esperanza de vida que no fuese exagerada. Sin embargo, al menos dos países centroamericanos (Costa Rica y El Salvador) muestran actualmente una pirámide poblacional regresiva: baja natalidad y alta esperanza de vida. Ambos países coinciden en presentar tasas de natalidad por debajo de la tasa poblacional de remplazo (1.5 y 1.8 niños por mujer, respectivamente). Pero también ambos países coinciden en presentar las tasas de mortalidad infantil más bajas en la subregión. Una variable consabida que precede a las disminuciones en la tasa de natalidad de los países ricos y desarrollados. También una variable asociada con indicadores de salud materna óptimos, altas coberturas de vacunación y acceso adecuado a los servicios de salud.
Tanto Costa Rica como El Salvador, han venido apostando desde hace muchos años por una niñez saludable, y los frutos finalmente se están cosechando.Y precisamente es en este punto, donde mi filosofía naturalista es cuestionada por mi formación y práctica profesional en salud pública. Ciro de Quadros en franca batalla con Darwin, salubrista versus filósofo naturalista.
Rematando mi lucha interna, una reciente publicación en un medio escrito nacional, de esos que disgustan a nuestros diputados, incluía comentarios sobre el tema de la natalidad de la reconocida socióloga y asesora técnica regional del Fondo de Población y Desarrollo de las Naciones Unidas, doctora Sabrina Juran. Ella sugiere: “Hay que aceptar la nueva natalidad como una realidad. Es una tendencia e incluso es una tendencia buena porque refleja mejoras en el acceso a los anticonceptivos, a los derechos reproductivos y a la educación”. Juran argumenta que apartar a las mujeres de la fuerza laboral no es una alternativa viable. Este ha sido uno de los objetivos, aunque no planteados abiertamente, que muchos de los incentivos implementados por países europeos y asiáticos incluyen intrínsecamente.
Es interesante señalar que hasta el momento ninguna política pública destinada a aumentar las tasas de fertilidad en estos países ha tenido el impacto esperado. En ningún lugar del mundo ha sido posible revertir una tasa de reemplazo poblacional negativa. Según datos recientes, las políticas pro-natalistas en países como Japón y Corea del Sur han mostrado resultados decepcionantes, con inversiones millonarias que no han logrado incrementar las tasas de natalidad. De hecho, estudios indican que estas políticas frecuentemente no abordan los determinantes subyacentes que llevan a las mujeres a posponer o evitar tener hijos, como la dificultad para equilibrar la vida laboral y familiar.
Al final, el pensamiento y la práctica de la salud pública se imponen sobre el adulto conservador y darwiniano, llegando a la conclusión de que la nueva natalidad que el mundo experimenta actualmente no es, por sí misma, un elemento negativo que deba ser cuestionado en detrimento del estatus social y económico de la mujer en nuestra sociedad actual. Así, el llamado a reflexionar sobre la natalidad se vuelve más relevante en un contexto donde las políticas públicas deben enfocarse en mejorar las condiciones para la crianza y el bienestar familiar, en lugar de simplemente incentivar el aumento de nacimientos sin considerar el contexto social y económico en el que se desarrollan.
Adicionalmente, y en sociedades donde las poblaciones envejecen, las políticas públicas también deben incluir aspectos relacionados con el envejecimiento poblacional. En este sentido es importante incluir referentes como Skirbekk, investigador destacado en el campo del envejecimiento, la salud y el potencial laboral. Skirbekk aboga por la necesidad de desarrollar políticas públicas que apoyen a las personas mayores en el lugar de trabajo. Esto incluye estrategias para mejorar la salud y el bienestar de los trabajadores mayores, así como iniciativas que faciliten su reintegración o permanencia en el mercado laboral.
Limitar los derechos reproductivos de la mujer, así como sociales y económicos, no es el camino ni justo ni correcto para aumentar las tasas de fertilidad en nuestro país. Las políticas públicas en este sentido deben enfocarse en mejorar las condiciones para la crianza y el bienestar familiar, así como mejorar las condiciones para la extensión laboral y reintegración del adulto mayor al mercado laboral de El Salvador.