Yesica es una joven de 23 años de edad, que desde agosto del año pasado se hizo “amiga” a través de las redes sociales, de un supuesto joven que decía llamarse Alessandro Thompson y que vivía en Canadá. Creció tanto la “amistad” que en diciembre de ese mismo año el supuesto canadiense le dijo que le iba a enviar un regalo consistente en dos carteras, un anillo de oro, un teléfono celular y $80 mil en efectivo, pero ella tendría que depositar $1 mil a una cuenta bancaria a nombre de una mujer llamada Irma Adriana S. A. Ese dinero serviría para pagar los trámites del envió del paquete. Llena de ingenuidad la joven Yesica pidió un préstamo a su hermano y a su madre e hizo el depósito, dinero que fue retirado el mismo día por la dueña de la cuenta.

Pasaron los días y nunca le notificaron sobre la llegada del paquete, por lo que la joven preguntó qué pasaba a su “amigo” Alessandro, quien probablemente nunca existió, y este simplemente la bloqueó de todas sus redes sociales. La joven víctima denunció la estafa ante la Fiscalía y la Policía arrestó a la dueña de la cuenta bancaria, quien en una audiencia concilió y devolvió el dinero a Yesica para recuperar su libertad. Afortunadamente Yesica logró que le devolvieran su dinero, pero hay miles de salvadoreños que son estafadas y que sus casos no se logran resolver porque las víctimas no denuncian. Lo mejor es no dejarse embaucar por los “cantos de sirena”.

Demasiada ingenuidad y/o avaricia nos lleva a veces acometer errores tontos y a caer con suma facilidad en las trampas de los estafadores. El ciberespacio está inundado de mentirosos y timadores. Desde quienes ofrecen préstamos a bajos intereses y sin mayores requisitos hasta quienes mercadean productos que jamás entregan. Desde luego ninguno de los estafadores muestra atisbos de maldad porque de esa forma serían detectados con facilidad por sus potenciales víctimas.

A un amigo profesional le cayó un mensaje en su WhatsApp en el cual le notificaban que una cadena hotelera de Centroamérica le estaba regalando una estadía de una semana en un hotel de playa en Puntarenas, Costa Rica, con todos los gastos pagados más un bono de $2,000 para gastos privados. Él se había ganado ese premio por ser un buen cliente. Si aceptaba el premio tenía que depositar $500 a una cuenta bancaria, cuyo número y nombre del dueño de la misma se le proporcionaba. Mi amigo nunca ha sido cliente de esa cadena hotelera, por lo que por pura curiosidad buscó en Internet y se comunicó con las oficinas, donde le informaron que ellos no tienen ninguna promoción.

Hace un par de semanas un alumno de la universidad me mostró el mensaje que le cayó a su número de WhatsApp, donde le informaban que se había ganado un pick up doble cabina. Para confirmar que aceptaba el premio tenía que proporcionar su número de DUI, su dirección exacta y una cuenta bancaria a su nombre. Además, tenía que estar dispuesto a viajar a Guatemala para recoger el vehículo o hacer un depósito a una cuenta bancaria en Colombia, para que se lo fueran a dejar a la puerta de la casa. El estudiante les contestó con un número de DUI y una cuenta falsa y una dirección inexistente y les dijo que él viajaría a recoger su premio. Al día siguiente le manifestaron que los números proporcionados no existían y cuando él les dijo que ya sabía que se trataba de estafadores, lo bloquearon.

A diario ocurren tantas historias similares. Algunas tan burdas, como la de una señora enferma que al azar ha seleccionado a alguien para que herede sus millones de dólares, solo tiene que asumir un gasto como de $5,000 por los trámites. No creo que haya alguien que se crea esas estupideces, aunque habrá alguno que tal vez dude. En Ecuador hubo alguien que creyó, hizo la transferencia y hasta se compró los boletos para viajar a Inglaterra, donde supuestamente vivía la ancianita que lo heredaría. El pobrecito acabó con todos los ahorros de su vida, se endeudó y regresó timado a su país.

En redes sociales se encuentra de todo. Desde viejos que se hacen pasar por jóvenes o viceversa, hasta sujetos llenando de idioteces los contenidos. Las redes sociales bien utilizadas son un valioso recurso para el entramado social, pero así como son valiosas, también son objeto de manipulación. Hay tantos sitios que ofrecen de todo a todos. No debemos renunciar a las redes, pero tenemos que educarnos para hacer uso adecuado y no caer en las garras de embaucadores.

Si usted se siente timado o descubre que lo quieren engañar, denuncie cuanto antes en la Fiscalía o en la Policía. En el mejor de los casos ignore toda esa parafernalia que pulula en el ciberespacio para atrapar víctimas y no se deje engañar por ofertas increíbles, créditos excesivamente bonancibles, personas extraordinariamente generosas y premios que usted no ha buscado. Tampoco crea en paquetes que le manda un desconocido, mucho menos si le ofrecen dinero que usted no ha pedido o no se ha ganado. Si a usted le notifican que desde su cuenta se ha hecho una transferencia a otra, de inmediato llame al banco para que congelen su cuenta. Igual, si le notifican que le han depositado dinero sin motivo, pues avise al banco. Recuerde que el número de su cuenta bancaria es solo suyo y no debe compartirlo. Tampoco debe compartir información suya con nadie. No pequemos de ingenuos ni de avaros para no ser estafados. Cuidémonos.