Urano el séptimo planeta del sistema solar, el tercero de mayor tamaño, fue el primer planeta descubierto que no era conocido por los antiguos. Sin embargo, para el joven William Herschel, quien era un ávido de conocimientos y dotado de una gran habilidad manual, comenzó desde el principio a calcular, diseñar y construir sus propios telescopios. En menos de un año después de haber comprado el libro de Ferguson, Herschel calculaba y pulía ya los más perfectos y poderosos espejos de todo el mundo, porque comprendió que el futuro dependía de los telescopios reflectores y no de los refractores.

Este esfuerzo y determinación, permitió el descubrimiento de un cuerpo más allá de la órbita de Saturno en el 1781, aunque inicialmente creyó que se trataba de un cometa. Luego de entender que era un planeta, quiso llamarlo Georgium Sidus (la estrella de Jorge), en honor a su rey Jorge III, pero sólo tuvo acogida en Inglaterra. El astrónomo francés Lalande, propuso llamarlo Herschel en honor de su descubridor, y finalmente el astrónomo alemán Johann Bode propuso el nombre de Urano en honor al dios griego, padre de Cronos, cuyo equivalente romano daba nombre a Saturno.

En el contexto que William Herschel, estaba recibiendo honores en diferentes lugares, fue llamado también al palacio real para una entrevista con su soberano, Jorge III. Pero antes de su llegada el rey se informó sobre la vida Herschel, encontrándose con la desagradable noticia de que, siendo soldado en el ejército inglés, en su juventud, había desertado y estaba sentenciado a muerte por las leyes de Inglaterra. Al comparecer ante el rey, éste le dijo que esperase un momento antes de que le saludase, pues necesitaba llevar a cabo una formalidad indispensable. Herschel sin entender él por qué del retraso, solo asintió.

Luego de un tiempo el Rey Jorge III, tomando un documento y estampando al pie del mismo su firma, se lo entregó a Herschel, diciendo: Este es mi indulto de vuestra antigua sentencia que lo condenaba a muerte, que a lo mejor usted había olvidado; pero no así la ley. Guardadlo bien, ya que es un recuerdo del perdón. Luego dijo el Rey, ahora sí podremos hablar de las estrellas.

Esta anécdota nos recuerda que todos en algún momento necesitamos ser perdonados, por nuestras trasgresiones, pero si los hombres son capaces de perdonar, cuando mayor es el perdón que Dios le ofrece a la humanidad.

El apóstol Pablo, explica muy bien el perdón en la carta a los Efesios 4:32 Dice así: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” De modo que el perdón es el puente que todos un día debemos de pasar, así que derribar ese puente, no es de sabios, sino de orgullosos, cuando otorgamos el perdón a las personas que nos han ofendido, ese acto nos acerca a Dios y nos conduce hacia la luz que es el Señor Jesucristo, pero si por el contrario nos mantenemos en una actitud soberbia y arrogante, eso nos conduce a las tinieblas.

Del mismo modo el apóstol Pedro en el evangelio según Mateo 18:21-22 Pregunto: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” Lo cual es un recordatorio que si los personas nos ofenden debemos de estar siempre prestos para otorgar el perdón, dado que de esta manera libramos al ofensor, pero lo más maravilloso es que nos libramos nosotros de guardar cualquier raíz de amargura que solo nos traerá tristeza y lo que es peor nos puede provocar una desestabilización emocional.
Ahora bien, el perdón absoluto y por excelencia, es el que nos otorgó el Señor Jesucristo en la cruz del calvario. Colosenses 1:13-14 dice así: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” De manera que los pecados de la humanidad fueron borrados mediante el sacrificio del Señor Jesucristo. Juan 3:16-17. Dice así: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. ¡Busca a Jesús!