Gracias al proverbial espíritu laboral de los agricultores y agroempresarios salvadoreños, el país enfrenta ahora, con positivismo dinámico, el arribo inminente de un alza en los precios de insumos, necesarios e ineludibles para ese importante rubro de nuestra economía. Precisamente, uno de esos rubros que podrían experimentar elevados costos para proseguir su actividad es el sector azucarero, aparte de otros, no menos importantes, como son los dedicados al cultivo de cereales y hortalizas quienes, junto a los agricultores del sector frutícola, constituyen el área básica e indispensable de la dieta nacional, para casi el 100 % de nuestra población. La sola mención de esos aspectos debe ser razón suficiente para motivar al actual gobierno en buscar, desde ya, las alternativas resilientes de una ineludible situación que avanza a pasos acelerados.

Pero no son únicamente los próximos y seguros altos costos en fertilizantes, plaguicidas, etc., que elevarían la producción, por ejemplo, del azúcar de caña. También deben analizarse, en forma técnica, consciente y apolítica, todas las aristas de la mercadotecnia a nivel internacional, especialmente con los Estados Unidos de América y la Unión Europea, que actualmente deben ser vistos como los mercados de mayor y mejor expectativa de compraventa, para determinadas producciones del sector agrícola nacional, que después de un serio análisis del MAG, Economía y sectores privados como la ANEP, la ASI y las respectivas cámaras de nuestras agroindustrias, podrían formular un portafolios propositivo, racional y benéfico para ambas partes contratantes, si llegase, y así lo deseamos, que se concretara lo que dejamos únicamente como una oportuna y práctica sugerencia. El tiempo, en este caso, advierto que es un factor decisivo que no podemos, ni debemos dejar en el tintero o “en espera”.

¿Y por qué digo que no podemos, ni debemos, darle tiempo al tiempo? Porque nadie, mejor que los agricultores, saben que las siembras, cosechas, recolección de las mismas y su almacenamiento, deben realizarse en épocas favorables pues, ante los constantes e inesperados cambios climáticos, nadie tiene una “bola de cristal” para anticipar su arribo imprevisto. Una sequía prolongada o una etapa lluviosa intensa pueden dejar en la ruina económica a miles de productores de cereales u hortalizas. Es una historia triste que se ha dado en otros años y, ahora, son mucho más probables, según los estudios científicos de los fenómenos “El Niño” y “La Niña”. En el caso de El Salvador, la deforestación atroz y la escasez, cada vez mayor, del recurso hídrico, son otros aspectos que deben motivar a buscar acciones prontas, eficaces y efectivas. Sin esperar un nuevo día, quizás fatal para la agricultura nacional. Eso, sin descontar, el aparecimiento de nuevas plagas de hongos, bacterias, gusanos (nemátodos), que, en algunas regiones latinoamericanas, causan destrozos en los cultivos. Incluso, cabe mencionar, que en ciertas naciones africanas han resurgido enormes mangas de langostas (que aquí conocemos como chapulines), que en cuestión de horas y antes de migrar en rápido vuelo a otras zonas, devoran centenares de hectáreas de cultivos, dejando a su paso un cuadro desolador.

No está demás referirnos, siquiera en pocas líneas, al terrible y espantoso espectro del hambre, derivado de la falta de cosechas suficientes para alimentar a una población mundial que aumenta en proporciones inusitadas, mientras los alimentos agrícolas apenas se producen en proporciones insuficientes. El desbalance resultante es enorme y aflictivo. A todo ese panorama espectral, sumemos los conflictos bélicos internos en algunas naciones, luchas raciales, ideológicas o religiosas, que vienen a sumarse, como condimentos indeseables, a las escenas de hambrunas que hemos visto en telenoticieros, que nos llenan de angustia y temor. Este llamado es vital para darle pleno apoyo evidente a los agricultores salvadoreños, sin dilaciones ni pretextos politiqueros, mucho menos para autogestionarse electoralmente. Obras son amores y no buenas razones.

Los altos costos que comienzan a experimentarse en fertilizantes, por ejemplo, sean cuales sean sus factores originadores, deben motivar al gobierno, políticos, empresarios, cámaras y asociaciones agroindustriales, sistema bancario y cooperativo, etc. a buscar, desde ya, alternativas viables de solución previsora para las familias agrícolas salvadoreñas. Eso incluye, por supuesto, a quienes se dedican al cultivo de especies forestales y frutales, los cuales son otros rubros que, por ningún motivo, podemos dejar fuera de estas proyecciones que esbozamos. Como solían decir nuestros abuelos: no dejemos para mañana, lo que podemos hacer hoy. Así sea.