Algunos sucesos me hacen reflexionar sobre la conducta humana y me pregunto: ¿por qué algunas personas no llegan a reconocer el peligro de las acciones de ellos mismos ni la de las de otros, incluso si ese peligro se ha materializado en un daño real a ellos mismos? Ejemplos de esto son los cientos de muertes de hinchas de equipos de futbol o la imperdonable conducta del asalto al Capitolio en los Estados Unidos en 2021; acciones producto de una distorsión fanática de la realidad, de un juicio inexacto, del sesgo cognitivo, de desviación en el procesamiento de las ideas que conlleva a la interpretación ilógica y a la irracionalidad; resultado de un proceso mal adaptativo del pensamiento de algunos que es aprovechado inteligentemente dirigido por la figura del “líder”.

Es interesante como el fanatismo produce poder y sumisión, las relaciones interpersonales apasionadas de forma patológica que se engloban en un fanatismo. Esta relación se manifiesta en fenómenos irracionales de las relaciones sociales, como los enfrentamientos deportivos (como el de Barcelona-Real Madrid) y cuando se le lleva al campo político partidario se ve marcado por ideología, moral, religión, racismo, homofobia, xenofobia y más; la mejor forma que describiría el fanatismo en general sería como la respuesta exagerada e irracional a la inseguridad y al miedo a perder; a una necesidad imperante de creer en algo, de poder por fin sentirse “ganador”, aún sin merecerlo.

Algunos personajes a través de la historia han aprovechado esta necesidad creada por el mismo ser humano, el dogmatismo religioso, el reduccionismo en donde solo hay buenos y malos, el maniqueísmo adonde no se admiten matices y el autoritarismo son sus mejores aliados. Pudiese creerse que el aparecimiento de estos falsos lideres es una serendipia o un fenómeno espontáneo azaroso, sin embargo, hay que recordar que la astucia, la ambición, el hambre de poder y el narcisismo han existido desde siempre.

Hitler, Mussolini, Putin, Bolsonaro, Trump (guste o no) y otros demuestran que el fascismo como una expresión de gobiernos totalitarios y antidemocráticos no son exclusivos de la extrema derecha; ellos se nutrieron y se nutren de una distorsión ficticia de la realidad, reiteran constantemente la existencia de un gran peligro latente, sus argumentos en respuestas automatizados, la ausencia y falencia en la capacidad de debatir; son la mejor muestra en que su verdad es la única verdad y la idea que alguien esté en contra de su ideología les ofende, entonces sus detractores son sujetos de humillación, de ataque verbal y físico (el ciberbullying es el “sello de la casa”) ; el mensaje del fanático es claro: al adversario se le ve como enemigo y al enemigo no solo hay que callarlo sino “aniquilarlo”.

Vístete de orgullo, ama a tu patria; respeta a los demás, pero no te enamores de un gobierno. Estos van y vienen.