Era 1995, mi compañero de turno de residencia en el primer año de la especialidad de Ginecologia, después de laborar 36 horas continuas, olvidó escribir la hora de inicio de la cirugía en uno de los muchos procedimientos realizados durante ese turno. Un residente de rango superior le “sancionó” con 24 horas más de trabajo y para más aun, alguien de más alto rango le agregó otras 24 horas. Esa persona finalizó estos “castigos” (¡cuanto daño habrá ocasionado a las pacientes!) y también termino su especialidad.

Este es solo un ejemplo de las conductas aprendidas, heredadas y normalizadas en los Hospitales escuela. Posiblemente ahora las cosas habrán cambiado ( a lo mejor no mucho), pero ese patrón jerárquico y el poder enfermizo que puede aun persistir, es superado por muchos, pero otros no pueden. Llantos, fatiga, renuncias en los primeros días del internado médico o de la residencia eran comunes. La depresión era tan común y era manejada por los superiores con frases como “aguantala, así nos ha tocado a todos”. Lo más grave es que algunos se suicidaron, tal y como ayer leía en los medios, dejan un gran dolor en la familia y amigos.

Ahora seguramente se hablará más del tema, esto no significa que el maltrato y el hostigamiento nunca haya existido en los hospitales: lo que no existía aun es un lenguaje y la sensibilidad suficiente para denunciarlo.
Este fenómeno “cancerígeno hereditario” no es un problema exclusivo de El Salvador , ocurre a nivel mundial, existen una gran cantidad de estudios de Pakistán, India, Colombia, Perú, etc.

Por ejemplo, un estudio publicado en la Revista Médica del Instituto Mexicano del Seguro Social (Sepúlveda-Vildósola, 2017), se reportó que hasta un 83 % de los médicos residentes es receptor de algún tipo de maltrato, con una estrecha relación entre abuso y jerarquía. Así también, la prestigiosa revista JAMA (Asociación Médica Estadounidense), estudió a 122.356 alumnos de la carrera médica de 43 países, y señala que la depresión está presente en el 27,2% de estudiantes de Medicina del mundo, y que la ideación suicida prevalece en el 11,1%. Otro estudio del Perú, publicado en la Revista médica Herediana, revela que en los estudiantes de medicina de ese país tienen intentos suicidas en un 19,4% (Sindeev, 2019 ). Según la Organización Mundial de la Salud, estas cifras están muy por encima del valor de 8% de prevalencia promedio de depresión en personas jóvenes en general.

Sin embargo, y a pesar de la alta prevalencia de depresión en estudiantes de medicina, estos estudios remarcan que muy pocos buscan ayuda: Un promedio del 15,7% de aquellos que dieron positivo para los criterios de depresión; algo importante es que las mujeres en esta revisión mexicana , tuvieron el doble de riesgo de tener depresión que los hombres.

Hay una combinación de factores como la pesada carga académica, largas jornadas de trabajo, escasas horas de sueño, falta de tiempo para las relaciones familiares y amorosas, exposición constante a las enfermedades, padecimientos, sufrimientos y hasta a la muerte de los pacientes; hacen que el maltrato intrahospitalario sean la “cereza del pastel”.

Es hora que las escuelas de medicina y los Ministerios de Salud de los países se sienten de forma seria para reflexionar sobre la enseñanza en los Hospitales. Está por demás decirlo pero está sumamente probado que la remoción de las jerarquías enfermizas de los programas de enseñanza reduce el temor, genera confianza y promueve el reporte de eventos adversos médicos bajo una cultura de calidad, aprendizaje y mejora de los servicios de salud.

Además del daño físico y psicológico que se genera en los futuros profesionales de la salud; pueden imaginarse a ustedes como usuarios/pacientes llegando a una cirugía y que escuchen al a la medico o medica comentar: “tengo 36 horas sin dormir ni comer bien y no me he tomado la pastilla para la depresión” y que luego les diga al paciente: “no se preocupe todo saldrá bien”.