No cabe duda de que la expresión, “de buenas intenciones este empedrado el camino del infierno” le encaja perfectamente a un número notable de personas, particularmente, a una considerable cantidad de funcionarios estadounidenses, que actúan convencidos que con acciones de buena voluntad van a convertir a los enemigos de la democracia en sus promotores. Es muy probable que esta conclusión la estableciera el presidente Franklin Delano Roosevelt, quien escribió sobre el tirano soviético Jose Stalin, durante la Segunda Guerra Mundial: “Creo que si le doy a Stalin cuanto me sea posible y no le pido nada a cambio, nobleza obliga, no intentará adueñarse de nada y trabajará conmigo para lograr un mundo de paz y democracias”. Un estilo de negociar que deja a la voluntad del enemigo la capacidad de tomar decisiones fundamentales.

La historia ha demostrado fehacientemente que el augusto mandatario se equivocó tal y como ocurrió con los presidentes Barack Obama, al creer que el totalitarismo cubano solo estaba a la espera de una carantoña suya. Recientemente el presidente Joe Biden levantó sanciones al régimen del autócrata Nicolas Maduro y le entregó al corrupto empresario Alex Saab, por quien Washington había trabajado intensamente para su extradición desde Cabo Verde.

En cierta medida los arreglos del expresidente Obama con la dictadura cubana se asemejan a los del presidente Biden con el autócrata venezolano. Obama canjeó a tres espías responsable de la muerte de tres ciudadanos estadounidenses por un contratista apresado por la dictadura insular acusado de espiar por llevar a la Isla unos teléfonos celulares, aunque no faltan quienes afirma que el intercambio se produjo por un agente estadounidense encarcelado en Cuba. Por su parte Biden liberó al empresario Alex Saab por varios ciudadanos venezolanos y estadounidenses encarcelados por Maduro y la flexibilización de sanciones al régimen, pasando por alto que estaba negociando con un delincuente por quien su gobierno ofrece 15 millones de dólares.

Maduro y toda su corte se han burlado estrepitosamente del presidente Biden y sus asesores, muy en particular del señor Juan González, quien en cierta manera repitiendo a Roosevelt dijo confiar en que el canje por Saab sería un incentivo más para que la administración de Nicolás Maduro avanzara en el cumplimiento del acuerdo de Barbados. Tal parece, por desgracia, que hay personas con grandes responsabilidades que tienen muy presente los cuentos infantiles y creen en la rehabilitación de los lobos. Cierto que cada quien puede creer en lo que se le antoje, pero debe asumir las responsabilidades que les correspondan cuando se efectúe el balance.

Creo profundamente en la propuesta electoral de la oposición venezolana que con tanto coraje y dignidad encabeza María Corina Machado, puesto que los demócratas estamos obligados a participar en las contiendas electorales, pero no porque supongamos que los déspotas del castrochavismo son respetuosos de las reglas que demandan las sociedades democráticas. Incuestionablemente el gobierno del presidente Biden puede restaurar las sanciones cuando así lo decida, pero Maduro no le devolverá a su testaferro predilecto a la justicia estadounidense, ni permitirá que en el país se celebren elecciones libres sin restricciones de participación de los candidatos.

Sin embargo, hay un saldo positivo en toda esta gestión electoral que no tiene nada que ver con las ilusiones del ilustre Juan González y menos aún con la indescriptible ingenuidad del presidente Biden, y es que se ha demostrado ampliamente que el pueblo venezolano rechaza a Maduro y al castrochavismo, además, que en la oposición hay un líder popular que se ha ganado la confianza de la población encabezado por María Corina Machado.

La señora Machado ha interpretado, en mi modesta opinión, el espíritu de rebeldía de todas las personas que se sienten libres en Venezuela. Esta en las calles, corriendo el riesgo que demandan las circunstancias y venciendo las naturales inseguridades de actuar contra un régimen altamente represivo que no respeta la vida de los otros. El despotismo en el poder seguirá inhabilitando a la candidata María Corina Machado, continuara impidiendo que se presente a las elecciones para que no le arrebate el poder, no obstante, el liderazgo que detenta esta señora es más trascendente que la Presidencia porque su liderazgo es fundamental para que las esperanzas de cambio sigan creciendo en el pueblo del Libertador.