Tal como leemos las noticias actuales, respecto a las consecuencias derivadas del conflicto ruso-ucraniano, pareciera que todas indican que el mundo entero se encamina, a pasos apresurados, hacia una situación socioeconómica de gravísimas repercusiones, cuyo mayor efecto podría afectar, en gran medida y proporción, a naciones pobres y pequeñas como la nuestra, que al carecer de suficientes recursos naturales y económicos, con altas densidades poblacionales, deficiencias educativas y de escasas posibilidades de absorber laboralmente a grandes núcleos de trabajadores y profesionales, aunados a una nula o deficiente preparación contingencial para afrontar una situación de emergencia temporal.

Esas deprimentes perspectivas emanadas, incluso, de respetables organismos internacionales, deberían ser el punto central de atención e interés del gobiernos en turno, en vez de estar afanándose en perpetuarse en el poder, o de encontrar recursos financieros, sin dar explicaciones claras y comprobables, de su debida utilización, en publicitadas obras de interés y provecho para la población, que casi no son perceptibles en la realidad.

Centroamérica, incluido El Salvador, por su excelente ubicación geográfica, bañadas sus costas por los dos grandes océanos del planeta, podría haberse convertido, desde hace dos siglos, en el mejor lugar de intercomunicación y negocios con Europa, África y Oceanía, aparte de su condición de puente ideal para las dos grandes porciones del continente americano, que, de haberse planeado y puesto en práctica, quizás desde los albores de nuestra independencia del dominio español, hoy estaríamos en una condición geopolítica y económica muy óptima y ejemplarizante, segura y sólida para encarar, incluso, situaciones adversas como las que ahora vaticinan se harán presentes a corto y mediano plazo, con secuelas apocalípticas e indeseables, aflictivas y preocupantes, que deben merecer el urgente interés superior de las administraciones estatales y dejar, temporalmente, en el tintero, sus luchas partidarias, sus mezquinos intereses partidarios y su eventual alejamiento de las necesidades populares.

Y no es que deseamos parecer como agoreros dantescos, o seguidores de las terribles profecías de Nostradamus, porque en esta oportunidad, real y concreta, las advertencias hechas a nivel internacional por entidades y organismos serios, nos pintan un mundo muy próximo donde habrá serios conflictos como el desempleo en cantidades enormes, la ruina financiera, la escasez y carestía de alimentos básicos, el fantasma inflacionario en los precios de los combustibles, esenciales para el transporte y las industrias, aumento de enfermedades nutricionales derivadas de la escasez alimentaria, así como el crudo y feroz aparecimiento de variedades virales nunca vistas en la historia médica, subida atroz en los precios de los elementos vitales y, como cruel corolario, desórdenes sociales por doquier y algo mucho peor: el surgimiento del caballo apocalíptico del hambre, cuyo trote infernal comienza a escucharse en algunas naciones pobrísimas de África y del Asia, sin excluir el panorama alarmante de las poblaciones ucranianas que huyen aterrorizadas de las balas criminales que disparan, indiscriminadamente, los invasores rusos contra niños, mujeres, ancianos, enfermos y civiles desarmados. De hecho, reconocidos economistas salvadoreños, apolíticos y con una gran experiencia profesional en instituciones públicas y privadas, han dejado escuchar sus opiniones certeras y análisis adecuados, tanto al sector gubernamental, como a los sectores empresariales y financieros, advirtiéndoles de los riesgos inminentes que se avecinan al mundo entero, pero, de manera especial y previsora, para países como El Salvador.

El punto que deseamos resaltar es la nula respuesta del actual gobierno a dichas intervenciones, válidas y oportunas, pero desde el seno legislativo, lo que se oye de los flamantes legisladores oficialistas, son aspectos negativos como el intervenir las cooperativas, que funcionan desde hace muchos años en el país aduciendo, según el saber y entender de tales “hacedores de leyes”, que las mencionadas instituciones que, por cierto, son un fuerte soporte de la economía nacional, “han estado funcionando sin regulaciones legales”, un sofisma fácilmente rebatible, pues existe una ley sobre la formación, administración, contabilidad, etc. que garantizan jurídicamente su debido cumplimiento y control de aportaciones y ahorros de sus asociados cooperativistas, incluyendo a varios ramos del Órgano Ejecutivo y profesionales como los médicos, maestros, militares y agentes de la PNC, entre otros. Aún más: funciona el Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo (INSAFOCOOP), que es el ente estatal que regula legalmente el quehacer cooperativista a nivel nacional, desde hace varias décadas.

Confiamos que el gobierno conforme, en breve, una mesa consultiva de la crisis que se palpa internacionalmente, con expertos que provengan de la banca, industria, sector agropecuario y empresarial, etc. que analicen, expongan y propongan medidas paliativas, oportunas y factibles, en caso se arribe a estas duras condiciones que aseguran se avecinan para el mundo, sin excluir a nuestro amado país. Este paso, indudablemente, merecerá todo nuestro apoyo y simpatía. Quedamos a la espera de una respuesta positiva a nuestra propuesta, antes de que nos azote un huracán socioeconómico de imprevisibles y desastrosas consecuencias para todos, sin excepción.