Mientras el actual gobierno se empeña en demostrar la lucha antimaras como campaña emblemática de su gestión que, aunque bienhechora en parte, ha incidido también en muchos señalamientos y encarcelamientos ilegales, decretados por jueces impuestos, ante requerimientos “en combo” interpuestos por fiscales también impuestos, debemos señalar que hay otros rubros de suma importancia que también merecen debida atención y apoyo urgente, como es el caso de nuestros agricultores que, en forma reiterada, han expresado sus preocupaciones respecto a fertilizantes y prevención de plagas para sus cultivos, especialmente que dentro de pocos días, estará establecida la época lluviosa en el país. Tal inquietud, justa y necesaria, tiene como punto de partida el conflicto bélico entre la república federativa rusa y la martirizada Ucrania, que ha afectado, en forma evidente, la provisión de combustibles fósiles, embarques de trigo y, por supuesto, el encarecimiento de los abonos y otros insumos agrícolas, prácticamente en todo el mundo.

Consideramos que si la administración pública retarda ese apoyo, son previsibles entonces las graves consecuencias que ese descuido podrá acarrear a corto y mediano plazo, no sólo para los agricultores de granos básicos y hortalizas, sino también para la seguridad alimentaria de la población salvadoreña en general, sin omitir, por supuesto, los aspectos económicos que podrían verse dañados, en perjuicio de quienes se dedican a este rubro agrícola, así como los comerciantes en cereales, transportistas de cosechas, etc. sin dejar por fuera, que tanto el mismo Fisco estatal, como las municipalidades, podrían también dejar de percibir ingentes sumas en concepto de tributos, debidamente regulados para estas actividades.

Remontando nuestra vista al lejano pasado, en las crónicas históricas que dejaron los conquistadores españoles a la posteridad, unidas a las tradiciones orales de nuestros antepasados indígenas, encontramos evidencias que tanto el maíz como el frijol, principalmente, fueron cultivados desde hace muchos siglos, tanto en México como en Centroamérica, y tuvieron similar importancia y atención como en el presente, hasta el grado que se realizaban cruentos sacrificios a los dioses tutelares de las lluvias y del maíz. Tanto los enigmáticos mayas, como los aztecas llegados de tierras mexicanas, adoraban esas deidades; en el caso de los “pipiles”, hacían tributos a Tlaloc, el dios de las lluvias, que los sacerdotes españoles, en forma habilidosa, cambiaron el nombre de conmemoración tradicional que coincidía con el día tres de mayo, al llamado Día de la Santa Cruz, en esa misma fecha que, en realidad, era un acto de pedirle a Tlaloc, que mandara abundantes lluvias para sus cultivos mientras, en el lago de Ilopango, sacrificaban doncellas a la diosa del maíz. Precisamente, Ilopango significa en náhuatl, tierra de elotes tiernos o “jilotes”. Últimamente, se ha erigido en ese bello y singular sitio turístico, una hermosa estatua que simboliza, precisamente, a la indígena diosa del maíz, que mencionamos en este corto relato.

Retomando de nuevo el tema de esta columna, llama mucho nuestra atención, que las actuales autoridades del importante y vital ramo de Agricultura, aún no se hayan pronunciado ante las constantes peticiones de los dedicados a los cultivos de cereales, ni tampoco han expuesto qué planes o medidas van a implementar muy pronto, así como otras acciones en el corto, mediano y largo plazo. La época lluviosa “o invierno”, prácticamente se encuentra ya tras de los cerros chalatecos y, a juzgar por los últimos chubascos observados creemos, con certeza, que tendremos una temporada muy buena y apta para sembrar maíz, frijoles, maicillo, arroz, incluso trigo y otros cultivos parecidos. Pero debemos comenzar desde ya a buscar insumos accesibles al bolsillo de los agricultores, que también involucra la obtención de créditos “blandos” en el sistema financiero público y privado, abarcando la ayuda y asistencia oportuna del sistema cooperativo y, por supuesto, la capacitación de los técnicos del MAG para sembrar cereales en forma adecuada y racional, uso cuidadoso de plaguicidas y fertilizantes, prevenir erosiones, adecuado almacenamiento, etc.

Asimismo, no podemos dejar en el olvido, al importante sector de la caficultura, quien presenta fuertes indicios de un repunte benéfico, el cual nos satisface profundamente, ya que, incluso, en recientes eventos extranjeros, el sabor, calidez y textura de nuestro café, sigue obteniendo excelentes puntajes de aceptación. Tal vez el café ya no es el tradicional “grano de oro” de las décadas pasadas, pero es indudable, que aún se trata de un “valioso grano de plata”, por ende, merecedor también del apoyo sustancial y muy oportuno del gobierno. Confiamos en recibir, muy pronto, buenas nuevas, con relación al problema planteado en esta oportunidad.