El penoso arribo del presidente Bukele a su primer año de gobierno es desnudo, sin logros sustantivos a las expectativas creadas. Con un discurso de confrontación desesperado, en un largo naufragio de 12 meses de improvisado rumbo.

Su errático impulso extravió las ideas de cambio que anhelaba la gente, hoy no son más que fallidas promesas pérdidas en el torcido laberinto autoritario con que conduce al país al despeñadero. Se ve desesperado, amargado, irascible; su metamorfosis lo convierte en un producto digital sin sentido humano, sin propuestas, extraviado en el odio, la confrontación, los métodos represivos y la irrefrenable adicción de más poder.

La alquimia mediática de Bukele del “Plan de Control Territorial” nunca llegó al papel, quedándose en la frenética exigencia y gasto de recursos que no se sabe dónde están. Disolvió el Consejo Nacional Seguridad Pública, eliminando el aporte y fiscalización de la sociedad; enquistándose en el chantaje mediático para lograr un refuerzo presupuestario de ($30.9 millones más $5. millones); préstamos ($91 millones más 21 millones); incremento de 36% ($204 millones) al presupuesto ordinario de Seguridad y Defensa hasta $775 millones, todo sin conocerse informes.

No ocurrieron las reducciones de homicidios en los municipios donde -dicen- se ejecuta “el plan”, poniendo al descubierto el presunto acuerdo, bajo investigación fiscal, entre estos grupos de pandillas y agentes del gobierno; se desbordó nuevamente el control penitenciario por presuntas órdenes salidas de las cárceles para cometer asesinatos; alzas de homicidios a voluntad de las estructuras criminales, desaparecidos, extorsiones continúan. Lo que sí ocurrió, y es comprobable, es la extraña reducción de incautación de drogas, que cayó de 13,1 toneladas a 1 en un año, revelando que los grupos crimínales conservan intacta su organización, capacidad operativa, control territorial y la decisión de donde y cuando atacar.

No hay nuevos programas sociales, llevándose la peor parte las mujeres y los sectores más vulnerables por el cierre y recortes de los que habían, como: cerró la Secretaría de Inclusión Social; Ciudad Mujer pasó a ser un apéndice del FISDL; desapareció el Programa Agricultura Familiar y el de Desarrollo y Modernización Rural, recortó paquetes agrícolas a 30,000 familias; cerró 17 unidades comunitarias de salud (ECOS) y casas de espera materna, quitó $33.5 millones debilitando al Primer Nivel de atención sanitaria. Disminuyó el presupuesto y anuló públicamente al ISDEMU, empobreciendo la ejecución de políticas y leyes de igualdad, equidad y erradicación de la discriminación y violencia contra las mujeres. Se desmejoró la distribución, cobertura y calidad del agua potable, tema latente, opacado por la emergencia del Covid19.

Hoy tenemos una economía sin perspectivas, sin estrategia de reactivación post Covid19: crece el endeudamiento público y se profundiza la pobreza; ocultan sus proyectos de reforma fiscal y pensiones, sin un plan de referencia, subordinada a los organismos financieros internacionales. El descalabro económico por el capricho del presidente Bukele contrapone dolosamente la economía contra la salud, conceptos indivisibles que son parte de la sobrevivencia bajo parámetros de justicia y equidad. El esquema represivo de quedarse en casa por largos periodos, en sociedades pobres sin una efectiva asistencia gubernamental, conlleva altísimos costos por descargar el peso de la cuarentena en las espaldas de los más vulnerables.

La transparencia retrocede por la reiterada negativa del presidente Bukele de someter su gobierno al escrutinio de gastos tal como manda la ley; a esto debe sumarse el bloqueo de los mecanismos de acceso a la información pública que impiden la contraloría social; nepotismo, salarios desconocidos en su gabinete; anulación de competencias al Comité de Emergencia y Fiscalización de Fondos en el que participaba la sociedad civil, son hechos graves, especialmente cuando hay señalamientos de la CCR sobre presuntas irregularidades en la distribución de fondos a 1,5 millones de familias, en contrataciones dudosas en la construcción del mega ultra hospital que traga millones de dólares.

El franco retroceso en política exterior por la subordinación al presidente Trump sobre los intereses de nuestros migrantes, también afecta nuestras relaciones soberanas con otras naciones, y nos distancia de la región Centroamericana y México. Su reiterado ataque al resto de poderes y órganos del estado dañan el espacio internacional ganado con mucho sacrificio en el proceso de construcción democrática iniciado con los Acuerdos de Paz.

Se equivoca el presidente Bukele si cree ciego el respaldo social; la expectativa de la gente siempre ha sido encontrar un cambio genuino que transcurrido un año es evidentemente no tiene la capacidad de cumplir. La sabiduría de la nación sabrá distinguir o construir las alternativas que considere y coincidan con sus intereses, ya lo verá.