El indicador es elaborado por la financiera estadounidense J.P. Morgan y calcula el diferencial, también llamado “spread”, entre el rendimiento de un bono emitido por un gobierno, banco o empresa domiciliada en un país emergente -como El Salvador-, y el que paga el bono estadounidense, considerado “libre de riesgo”.
Se basa en el comportamiento de la deuda externa emitida por cada país, mientras menor certeza se tenga que honrará sus obligaciones, más alto será el EMBI. Para un gobierno que quiera salir al mercado a colocar deuda, debe ofrecer un rendimiento superior al EMBI más la tasa del bono del tesoro estadounidense para lograr atraer inversionistas que adquieran esos compromisos.
La evolución del EMBI depende de la percepción de riesgo hacia los mercados emergentes que “en este momento es mucho más elevada que en la crisis de 2008-2009”, indicó Óscar Cabrera, presidente de la Fundación para el Desarrollo de Centroamérica (FUDECEN). Previo a la expansión de la pandemia, el EMBI para América Latina se encontraba en una cota inferior al 4 % en febrero pasado pero con el cierre de las economías, en marzo, se comenzó a elevar a niveles de entre 5 y 7.75 %. Al 7 de mayo se ubicó en 6.31 %.
También hay “factores interno que los inversionistas ven con mucha preocupación” como la emisión de $3,000 millones, en un entorno fiscal que apunta a un incremento de la deuda pública cercano al 90 % del Producto Interno Bruto (PIB) y un déficit fiscal superior al 12 % del PIB.
Entonces “los factores que explican la evolución del riesgo país de El Salvador son dos: factores internacionales relacionados con la pertenencia de mercado emergente, y factores internos de cómo evoluciona la política fiscal y la marcha de la economía”, destacó el también expresidente del Banco Central de Reserva (BCR).
Mayor riesgo en El Salvador
Si bien la percepción de riesgo ha incrementado para América Latina con el desplome de la actividad productiva ante la pandemia, El Salvador se mantiene entre las economías con mayor riesgo país. Hasta el 7 de mayo, el EMBI para los bonos salvadoreños se encontraba en 9.25 % y era el cuarto con más riesgo de toda la región.
Las economías con mayor riesgo son Venezuela con un EMBI de 218.60 y Ecuador en 45.28 %, seguido de Argentina que se colocó al 7 mayo en 33.35 %. En medio de esa turbulencia, también hay países con bajo riesgo como Perú con un 2.41 % o Panamá en 2.41 %.
El Salvador inició 2020 con un riesgo por debajo de la cota de cuatro puntos, pero con el inicio de la pandemia, en marzo, comenzó a incrementar a niveles de 9 %, incluso en la primera quincena de abril se elevó a 10 %. Alcanzó su pico máximo el 16 de abril pasado en 10.36 % y a partir de la última semana del mes pasado comenzó un descenso hasta llegar al 9.25 % del jueves pasado.
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¿Cuál es el problema? El Salvador urge de recursos para atender la pandemia ante la caída de la recaudación tributaria. La Asamblea Legislativa le autorizó al Ejecutivo emitir $2,000 millones en marzo y la semana pasada le aprobó un nuevo combo de deuda por $1,000 millones para reactivar la economía; sin embargo, ante el alto riesgo del mercado el Ministerio de Hacienda se ha visto obligado a recurrir a deuda local -con tasas de interés a 9.50 %- mientras negocia préstamos con multilaterales.
¿Una década de deterioro?
El economista Luis Membreño recordó que El Salvador era de los pocos países de América Latina con grado crediticio previo a la crisis internacional de 2009, sin embargo, no logró recuperarse en la década siguiente. En 2007, el riesgo país cerró en 1.99 puntos y para el primer semestre de 2008 comenzó a elevarse gradualmente a niveles entre dos y tres puntos.
Después de septiembre de 2008, cuando el banco de inversión Lehman Brothers se declaró en bancarrota y colapsaron las economías, el EMBI se disparó a 8.15 % en octubre y se mantuvo entre el 8 % y 9 % en el resto del año. Luego, en 2009 tuvo picos de incremento pero logró cerrar en 3.26 % (ver gráfica de cómo cerró en cada año).
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Membreño destacó que el espacio fiscal de El Salvador se ha visto deteriorado por el crecimiento constante del endeudamiento público. Para la crisis financiera de 2009, la deuda salvadoreña representaba el 58 % del PIB pero para el cierre de 2019 esos compromisos, incluyendo pensiones, superaron el 70 % del PIB mientras que la actual proyección es que con los nuevos programas de financiamiento se alcance el 90 %.
“En estos últimos 10 años no hemos logrado reducir la deuda previo a la crisis”, destacó Rommel Rodríguez, economista de la Fundación Nacional para el Desarrollo (Funde). “Ahora, en una situación con las finanzas públicas más estrecha, es cuando se viene otro impacto y nos agarra en una situación más venerable de la que teníamos en 2008”, sumó.
Al alto riesgo país también hay que incluirle “con matices”, agregó el economista, el mensaje político entre el Gobierno y el poder Legislativo así como la llega de militares a la Asamblea Legislativa el 9 de febrero pasado, que si bien fue coyuntural “tiene incidencia” en el perfil de riesgo.