Las incautaciones de droga de las últimas semanas reflejan dos hechos importantes. El primero, que los carteles internacionales de la droga siguen utilizando nuestro mar territorial para el narcotráfico y lo segundo, que hay un combate más decidido contra este flagelo con estos golpes dados.

El narcotráfico es un fenómeno cruel y despiadado en América Latina, ha sido capaz de destruir sociedades enteras. En Colombia y México -los casos más dramáticos- han destruido la institucionalidad, han corrompido todo tipo de funcionarios y han provocado niveles de violencia y terrorismo inimaginables. Eso es algo que a toda costa debe impedirse que suceda en El Salvador. Ya vemos cómo en los países vecinos los narcos han financiado campañas electorales con todo descaro y hasta el presidente saliente de Honduras es mencionado en una investigación antidrogas en Estados Unidos.

En Centroamérica en general, y en El Salvador en particular, tenemos una institucionalidad incipiente y las pandillas son el tren de alta velocidad para la violencia y el narcomenudeo, de manera que la presencia de estos cárteles vuelve la situación más compleja y peligrosa. Por eso es importante una decidida y determinada política y estrategia de cero tolerancia al tráfico de drogas.

Hay que combatir frontalmente este fenómeno y además estar vigilantes que sus tentáculos no corrompan a nuestras autoridades como ha sido frecuente en otras naciones. Los narcotraficantes se aprovechan de todo para tener éxito en sus operaciones y este caso lo evidencia: desde humildes lancheros que utilizaban para transportar la droga o como lo vimos hace un par de años, hasta una joven y atractiva presentadora de televisión que servía de fachada para sus empresas.