La Iglesia Católica anunció el viernes la beatificación de dos sacerdotes y dos laicos de El Salvador por su calidad de “mártires de la iglesia católica”, ya que fueron asesinados en el marco del conflicto civil armado salvadoreño.

Se trata de los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto -este último misionero de origen italiano que sirvió por 30 años en el país- y los laicos Manuel Solórzano y Nelson Lemus, estos últimos asesinados junto a Grande, el 12 de marzo de 1977 en Aguilares. Spessotto fue asesinado el 14 de junio de 1980, después de celebrar una misa en San Juan Nonualco, departamento de La Paz.

Ambos clérigos entregaron su vida por su pueblo, en tiempos difíciles enfrentaron situaciones de injusticia, de represión, de violencia política y social, desde el púlpito no callaban sus denuncias y señalaban la cruda realidad que se vivía. Al mismo tiempo, atendían espiritual y materialmente a sus feligreses.

El asesinato del padre Grande causó un profundo impacto en el entonces arzobispo de San Salvador, el hoy San Óscar Arnulfo Romero, quien a partir de ahí asumió como bandera la denuncia de la injusticia.

El padre Spessotto había dejado su Italia natal para entregarse al pueblo de San Juan Nonualco, desde ahí denunciaba las injusticias que se cometían durante la guerra y ayudaba a las víctimas de la guerra sin mirar bandera, por eso recibió amenazas de ambos bandos. Este sacerdote llegaba al extremo de recoger los cadáveres en descomposición y darles cristiana sepultura a costa de exponer su vida.

Eran tiempos de sacerdotes valientes y valiosos, que la Iglesia de hoy -sus obispos y curas- debería ver como un ejemplo para los tiempos de hoy que tanto necesitan de voces valientes y proféticas.