De casualidad se exhiben simultáneamente en nuestras pantallas, dos películas musicales. Ambas con todo el talante de ser oscarizables; con buenos ingresos de taquilla. Cada una con diva propia. Una, como protagonista; “Nace Una Estrella.” La otra, como figura central de la historia; “Rapsodia Bohemia.” ¿Las divas? Lady Gaga y Freddie Mercury, respectivamente.

En 1976 se estrenó la que en ese momento fuera la tercera versión de “Nace una estrella”. La primera, protagonizada en 1937 por Janet Gaynor y Fredric March, fue solo drama. En la segunda, con Judy Gardland y James Mason en los estelares, la historia mutó al género musical. La versión del 76, con Barbra Streisand y Kris Kristoffenson, el musical se hizo rock. Ahora, en 2019 se estrena la cuarta versión de “Nace una estrella.” Esta vez protagonizada y dirigida por Bradley Cooper quien, hay que decirlo de entrada, lo hace muy bien. La actriz Angelina Germanotta su contraparte romántica sobresale.

La historia de “Nace una estrella” siempre ha sido muy sencilla: Un talento desconocido que trabaja de camarera (según la versión), conoce y se enamora de una estrella que se apaga y quien se convertirá en su Pigmalión hasta llevarla a la cima. En la versión del 37, él es un actor. En la del 76, un músico de rock. Bradley Cooper decidió ser un cantante de música country. En cada una de ellas, el alcoholismo será la constante de las estrellas en declive.

El elenco, coral en el caso de “Rapsodia Bohemia”, trío en “Nace una estrella (Sam Elliot, formidable!” -y la química que entre ellos explota en la pantalla- es lo que hace de ambas películas, una fantástica y emotiva experiencia. Las dos tienen fallas que principalmente provienen estrictamente del guión. En el caso de la primera, sus dos mayores defectos: falta de rigurosidad histórica y una historia clara y con un protagonista con una meta indefinida por conseguir, terminan siendo virtudes. Con “Nace una estrella” por el contrario, no haber podido mantenerse alejados de los convencionalismos los lleva a un desenlace carente de auténtico “momento”, que hizo que la magia de las primeras dos horas se desvanecieran como lo hace la fama para los que no saben llegar hasta el final.

Kyoto, 1964. Yoko Ono sentada en el escenario. Sola. Acompañada únicamente por su mejor vestido y dos tijeras frente de ella. La audiencia podía acercársele, cortar un cuadrito del vestido y quedárselo para la posteridad. Unos lo hicieron con cuidado. Ella nunca mostró emoción alguna. Otros reflejaban ansiedad mientras lo hacían. De eso se trataba el experimento que se llamó “Cut Piece.” Era una nueva forma de arte. El Performance.

“Rapsodia Bohemia” es justo eso. Un Performance mágico. Un viaje por nuestra nostalgia, recuerdos y redescubrimientos. Un performance donde cada uno en la oscuridad de la sala de cine tenemos la oportunidad de hacer lo que la pantalla nos inspire hacer. Cantar. Patear el piso al ritmo de “We will rock you.” Responder a la energía de un Rami Malik (“Mr. Robot”) que sí, podrá parecer un poquitín sobreactuado en un par de momentos, pero de ninguna manera podemos negar que supo, con cada uno de los músculos de su cuerpo, cual instrumento musical, dar vida a un Freddie Mercury, a quien tenemos en nuestro inconsciente colectivo definido, a la perfección. No lo interpretó. No le imitó. Nos lo trajo desde ese Olimpo al que pertenece su imagen eterna, para ponerlo de nuevo con toda la vida que nace de la inmortalidad en un escenario.

En contraposición, tenemos “Nace una estrella.” Personajes ficticios que cobran vida gracias a estar escritos con la pluma puesta en su alma. Almas con alas quebradas que al final aprenderán a volar. A cada uno de sus destinos. Aunque ya dije que el tercer acto, la resolución realmente apesta, de todas las versiones y en especial la de 1976, por primera vez ofrece personajes creíbles. Y de nuevo, es gracias a la química que surgió entre Cooper y Germanotta, lo que la eleva a una película recomendada a ver. Bradley Cooper irradia una interpretación que supera a muchas de las que ya ha sido apreciado anteriormente; Stefani Joanne Angelina Germanotta es una revelación. Contenida; llena de coraje, sensible. Supo evitar que su alter ego, Lady Gaga apareciera de principio a fin. Dos momentos la vemos asomarse. Y en lo personal me molestó. Angelina Germanotta ya no necesita más a Lady Gaga. Sus seguidores más fieles sí. Al final he meditado si el subtexto de “Nace una estrella” no será precisamente eso: Un lamento de Germanotta hacia la industria que la obligó a ser Lady Gaga para regalarnos ese talento que le fue otorgado.

En “Rapsodia Bohemia” no es solo Malik a quien atribuirle el éxito alcanzado. Todo el elenco es responsable de hacer que cada miembro de la banda cobre vida. Traspasan esa delgada línea entre actuación y, como acto de prestidigitación, se convierten ante nuestros propios ojos, en la banda misma. Tienen el poder de lograr que sintamos que o bien, estuvimos en uno de sus conciertos o al menos regresarnos a ese memorable sábado, cuando pegados a la pantalla de televisión, los que lo vivimos en vivo, fuimos testigos de una de las cinco presentaciones más electrizantes en la historia del Rock. “Live Aid.” Gwilym Lee como Brian May, Ben Hardy como Roger Taylor y Joseph Mazzello

 

(¡Sí el niño de “Parque Jurásico” se hizo adulto ¡Yikes!) como John Deacon logran eso dejando que al igual que con Queen, la banda, Malik sea la diva que atraiga la atención de los reflectores. Al final “Rapsodia Bohemia” se convertirá en una de las mayores películas de culto. Acompañando en ese panteón a “Fantasma en el Paraíso” “Rocky Horror Picture Show” y “Velvet Goldmine.” Al final pensé: en estos momentos el mundo necesita la sensibilidad de Freddy Mercury. “Rapsodia Bohemia” lo trajo de vuelta.