Temporada de premios en el mundo del cine. Y hay un intangible coyuntural que a veces pasa factura al oficio. Especialmente en los Oscars. Hablo de la relevancia. En años recientes se ha puesto de moda que ganen películas relevantes. Con mensajes sociales, ideológicos y contestatarios. No solo es necesario que sea una buena obra cinematográfica. Es posible que “Tres anuncios por un crimen,” por tener resonancia con el tema del silencio e impunidad en casos de acoso sexual que el año pasado cimbró los cimientos de Hollywood, le gane a “La Forma del Agua” la cual hoy, lleva la delantera en los pronósticos. Vale preguntarse, ¿Es la primera, más relevante que la película de Guillermo del Toro? Trataré de responder.

“La Forma del Agua,” cuya inspiración se encuentra en “El Monstruo de la Laguna Negra (1954),” película de horror del cine de clase B, es la historia de tres personajes marginados: Elisa, Giles y Zelda. Elisa es una joven muda que se comunica con lenguaje de señas; Giles es su vecino gay y con problemas de socialización. Zelda es la voz de la conciencia del filme; ella, interpretada por Octavia Spencer es una afroamericana, compañera de trabajo y protectora de Elisa, atrapada en los años más duros del racismo en Estados Unidos. Sus vidas serán entretejidas por la aparición de una misteriosa criatura anfibia antropomórfica capturada en Suramérica por el ejército estadounidense con el fin de realizar pruebas que le permitan ganar la competencia contra la Unión Soviética en la conquista del espacio.

“La Forma del Agua” es una exquisita obra de arte donde la forma estilista es la de un alquimista capaz de sintetizar todas las artes en el lenguaje de cine. Las tonalidades sepia de añoranza y nostalgia; la música lánguida de Alexander Desplat, como escuchada bajo el agua. Las canciones seleccionadas para recrear una atmosfera fabulesca. Todo coadyuva. La delicadeza, la confrontación. La férrea voluntad de sus personajes por salir de ese mundo en donde lo aparente no es lo real. Donde no es el monstruo quien ha sido sacado de su entorno natural sino los seres humanos que componen la historia que son forzados a renunciar a su propia esencia. En tal sentido, el monstruo no es más que un MacGuffin. Una triquiñuela. Un artificio para llamar la atención del espectador hacia otros temas. ¿Quién es verdaderamente la bestia?, ¿Qué nos hace retroceder al estado primigenio de bestialidad?

“La Forma del Agua” está parada justo en el borde de un cambio de época. ¿Si fuera posible viajar en el tiempo y regresar justo cuando la Guerra Fría, la carrera por la conquista del espacio y las transformaciones sociales a favor del ser humano pueden decantarse hacia un lado, qué haríamos? Hay un diálogo que es el centro. A mi ver, de toda esta fábula: “Lo importante no es lo que aprendamos sino lo que no permitamos que los Estadounidenses aprendan.” La historia mezquina de la humanidad. Al llegar a ser una especie superior, ¿qué hacemos con ese poder emanado del árbol del conocimiento?, ¿Somos en realidad la especie superior por sobre las otras?, ¿Lo somos? Desde nuestro punto de vista, por supuesto. Pero detengámonos un momento y miremos como el otro. Como Elisa la muda; como Gill, el anfibio antropomórfico. Repito, ¿lo somos?

Todo ello refiriéndome a la relevancia del contenido bajo el agua. Por así decir. Sí. “La Forma del Agua” me gustó mucho. Sí. Es “La Bella y la Bestia” con sexo. Sí. Es relevante por los valores. Se dice que la forma del agua es la que adopta del depósito que la contiene. Agua. Me suena a alma, y ésta también puede tomar la forma de quien la contiene. De acuerdo a Del Toro, la forma del agua es la forma del amor. De la virtud.

Pregunto. ¿Para que el gran público tenga interés en ver películas relevantes como “Spotlight”, “Moonlight”, “Tres anuncios para la muerte”, acaso no es necesario ¡Qué digo! …imprescindible, que de cuándo en cuándo vengan historias de fantasía sacadas del cine más clásico en todo su sentido? Películas como “La Forma del Agua” son las que generación tras generación, mantienen viva la magia del cine, de la cual nos enamoramos un día. Yo, en la oscura sala de un cine de pueblo. El Cine Mar. Eso es relevante.