¿La historia se repite?, o ¿Se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla? “. Así pues, la coyuntura que atraviesa el país. La clase política evidencia una vez más aquello de: “no hay ladrón sin encubridor”. Ejemplo de ello es esa pifia de Corte de Cuentas que tiene la nación que degenerará aún más el entorno y resoluciones judiciales que contrastan con la racionalidad. Todo agudiza el tensionamiento que estanca puntos factibles por ausencia de ética, ya que lo que prevalece es seguir desmembrando a la nación.

Hoy día, en la gestión pública nadie quiere ceder lo cual es no solo inmoral sino que prevalece esa patología por hacerse del dinero estatal al peor estilo de un rufián. El único que sale jodido al final es el ciudadano. El progreso de una nación solo es posible mediante el esfuerzo honesto, equilibrado y paciente y no haciendo uso de la cachería con los recursos estatales. Somos un país con graves problemas de confianza, y lo peor que le puede suceder a un pueblo es no ser sujeto de credibilidad. Si como ciudadanos existiera un sólido espíritu de unión, quienes nos gobiernan no generarían estos fétidos hechos.

Recordemos que el orden, planificación de metas, respeto, trabajar en equipo lejos de intereses y vanalidades garantizan óptimos rendimientos. Para desgracia, la realidad es abrumadora en un pueblo como citaba A. Chalaux : “Los pueblos tienen un complejo freudiano de víctima cómplice con el victimario “. Porque a estas alturas escuchar un Amén (colectivo) a lo que pasa frente a nuestros ojos es ser cómplice del caos. Y que pensar de una sociedad que de forma reiterada se deja timar, faltar al respeto, se deja robar día a día, jugar y calcular electoralmente con el dolor de las víctimas de la violencia.

O que se creen cualquier disparate que supuestos “ lideres “ sustentados en miles de followers ( seguidores) muchas veces piratas, que no son más que estafadores que juegan con la necesidad y que peor aun los ciudadanos dejan que estos pícaros piensen por ellos aunque les vean la cara y ¿aún así no avivan?. Evidencia que quienes pudiendo hacer que esto no siga, lo estimulan con su complacencia.

La conformidad es el carcelero de la libertad y el enemigo del crecimiento. Y en una quimera de democracia como la nuestra pactada hace 25 años la cual arrastró al país en su todo al peor estilo ganguerista ahogando al estado a corregir la crisis social actual. Porque quienes se llenan la boca con agendas distan de poseer voluntad y capacidad, de ahí que muy difícil que los que son de latón brillen como el oro. Basta ver la creciente infiltración del crimen organizado en el Estado y sus instituciones muchas veces alentada desde los mismos Partidos Políticos de todo color que niegan al pueblo alcanzar mínimos estándares de vida.

Pretender creer en una clase política que en el último cuarto de siglo ha captado flujos de efectivo como nunca y que ha sido tan incompetente como la administración actual de crear autenticas líneas de desarrollo generacional y no programas cuyo fin ha sido compras y rentas de votos es no ver la realidad.

Las políticas estructurales no se construyen con festivales o compra de votos a terroristas. Se diseñan a base del consenso, solo así son legitimas a la opinión pública. A ver si el régimen y sus anexos empiezan a pautar publicidad realista.

Acá en El Salvador, no hay empleo, ni seguridad jurídica o peor aún estabilidad económica. Lo que hay es: extorsión, corrupción e impunidad porque esos son los colores con los se pintan las calles. En síntesis: Un pueblo que no comprenda lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante.