A alguien se le ocurrió hacer una broma a través de las redes sociales al publicar que las Naciones Unidas (ONU) entregaría el premio Aedes aegypti al ministro de Defensa de El Salvador René Francis Merino Monroy, como un reconocimiento a su loable labor de ayuda durante la pandemia generada por el coronavirus (Covid-19). Inmediatamente y sin ningún reparo aparecieron cientos de comentarios de apoyo y elogio hacia el militar, ante la risa de quienes conscientes que la información era falsa, disfrutaban de los comentarios ingenuos y poco pensados. Dicho premio no existe y el nombre científico se refiere al mosquito portador y trasmisor del dengue.

Traigo a colación lo anterior para referirme al efecto contagio de las redes sociales que rápidamente convierte a muchos en seres autómatas, ingenuos y sin criterio. Seres que consideran como real todo lo que leen en las redes sociales o que son seguidores de líderes o ideologías a las que creen con fe ciega lo que los convierte en fanáticos, de tal manera que si entender razones creen tener la razón.

A través del efecto contagio o de la masificación de un criterio o una conducta se pretende lograr el control de los criterios y/o conductas de los demás, que ven en un proyecto, una persona, un sistema o un conglomerado el alter ego de su propia realidad, por lo que se vuelven fanáticos capaces de ponerse a la “orden” de quien controla sus raciocinios. Carecer de visión propia o de una interpretación personal y analítica es peligroso, porque puede llevarnos a situaciones que nos parecerán el “topus uranus” (mundo ideal) de Platón, sin ningún atisbo de realidad. Cuando nos fanatizamos creemos irrefutablemente la verdad de otros, sin importarnos si dicha verdad ha sido manipulada, distorsionada o simplemente es una media verdad sin lógica argumentación. Nos lleva a veces al desfiladero.

Muchas recordaremos o hemos leído el triste episodio de la humanidad ocurrida el 18 de noviembre 1978 en Jonestown, Guyana, cuando ocurrió el mayor suicidio (homicidio en masa para algunos) colectivo en la historia, pues 914 personas de la secta “Templo del pueblo” murieron por creer ciegamente en las ideas religiosas del pastor estadounidense Jim Jones, que los obligó a envenenarse creyendo firmemente en sus ideales. En la actualidad las redes sociales son un valioso instrumento que puede aportar mucho al conocimiento y al análisis, pero que mal utilizada se convierte en una herramienta de manipulación de conciencias. A partir de la apertura de la “autopista de las comunicaciones” todo contenido puede ser objeto de manipulación, así como toda mente puede ser influenciada positiva o negativamente.

No tenemos que creer a todo, debemos desarrollar una mente abierta y eso se logra a través de la lectura con criterio analítico, interpretativo y comparativo. Debemos partir que nadie tiene la razón absoluta y que la mayoría no siempre tiene la razón. Tenemos derecho a discernir, a pedir explicaciones y a formar nuestro criterio a partir de nuestra realidad. Enjuiciar, valorar y someter a contraste una idea es una forma de no perder el equilibrio para no caer en fanatismos. Por ejemplo, sin quienes comenzaron a elogiar al ministro Merinopor el “premio” Aedes aegypti hubieran reparado en que el galardón no existe y que la denominación se refiere a un zancudo transmisor del dengue, muy probablemente no hubieran comentado y tal vez hasta hubieran disfrutado de la broma innecesaria.

Se ha vuelto rutina tomarle el pelo a la gente a través de las redes sociales. Es inmensa la cantidad de información irreal, así como infinita es la cantidad de manipulación. La comunicación política estratégica se facilita a través de las redes debido a la poca cultura de los públicos que se contagian con facilidad y responden de manera emotiva, obviando el análisis.

Veamos el caso puntual en nuestro país, donde las “grandes discusiones” entre los cibernautas se limitan, en muchas ocasiones, a resolverse con ofensas, insultos y agravios. Los grandes temas de nación se discuten en la palestra de las redes a base de fanatismos. Imágenes, textos y hechos falsos mantienen entretenidos a los que no priorizan pensar. Desde antes de la pandemia estamos en plena campaña electoral. Las mentiras, los rumores, las idolatrías, las falsas promesas, las imágenes distorsionadas y un sinfín de información ficticia de todos los partidos políticos pulula en las redes en busca de crear contagios que conlleven al fanatismo. ¡Tengamos cuidado!