Hubo una época, a principios y mediados del siglo pasado, en que casi todos los países de Centroamérica, excepto Costa Rica, soportaron crueles y criminales dictaduras militares: Jorge Ubico, en Guatemala; Tiburcio Carías Andino, en Honduras; Maximiliano Hernández Martínez, en El Salvador y la perenne dictadura de Anastasio Somoza, en Nicaragua, que fue traspasada sucesivamente a sus hijos, dinastía que fue derrotada después del heroico batallar del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), presidida por el comandante Daniel Ortega y otros, considerados en ese tiempo como héroes y cuyas hazañas fueron motivo para que el creativo cantautor Luis Mejía Godoy, les dedicara algunas canciones muy emotivas.

De hecho, la dictadura de los Somoza ha sido la más larga de la moderna historia centroamericana. El ascenso de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua, en un evento electoral que fue calificado como dudoso por observadores extranjeros, no abrigaba, ni por asomo, que el excombatiente de ayer y que se perfilaba como un patriota demócrata, que durante su primera gestión devolvería a Nicaragua un ambiente de libertad plena y desarrollo sostenible, poco a poco, pero con rapidez, fue mostrando la oscura cara oculta de su moneda ambiciosa y sedienta de poder absoluto, junto a su esposa y vicepresidenta de la nación, la señora Rosario Murillo, de quien se rumora es adicta a consultas esotéricas.

Comenzó a perseguir a sus excompañeros de lucha, hasta el grado que el mismo artista y compositor Godoy, que cantara sus gestas, tuvo que asilarse en Costa Rica para salvar su vida, ya que fue hasta sujeto de amenazas criminales por parte de Ortega y sus infaltables corifeos genuflexos, que no pierden la oportunidad de poder disfrutar también de las mieles del poder absoluto, alabándole y apoyándolo por decretar medidas antipopulares e inconsultas, las mismas que solo favorecen su torcida administración, sin respetar en lo mínimo el estado de derecho constitucional, que todos esperaban sería su principal impulsor en la nueva etapa post somocista.

Pero, actualmente, al acercarse el fin de su período marcado por la ley electoral, de nuevo el dúo Ortega/Murillo, recurre al irrespeto de las leyes y en una clara demostración dictatorial ordena a sus esbirros, enquistados en las esferas militares y policiales, proceder a la captura y posterior encarcelamiento, de sus opositores políticos y candidatos a las presidencia del hermano país, incluyendo a la hija del patriota y periodista don Joaquín Chamorro y de doña Violeta, su esposa, que ocupó la presidencia. Se comenta, pues nadie lo ha verificado in situ, que actualmente las mazmorras policiales se encuentran abarrotadas de prisioneros, cuyo único delito es que deseaban elecciones libres, puras y sin fraudes oficiales. Estas acciones han marcado también el deterioro de las inversiones nacionales y extranjeras, la escasez de los alimentos básicos comienza a crecer aceleradamente y la angustia que produce la pandemia del corona virus, por una deficiente cobertura sanitaria, es un nuevo ingrediente de mal sabor en el paladar del hermano pueblo.

El patético drama que vive Nicaragua no podemos ni debemos ignorarlo. Es también un escenario que puede repetirse, por imitación o por ambición, en cualquier otra nación del Istmo, donde grupos de corifeos o “sobalevas” como reza el dicho popular, podrían inducir a un gobierno a tomar el sendero torcido y antidemocrático que hoy sufre el pueblo angustiado de Nicaragua, para quien deseamos despierte pronto de esa pesadilla hecha dura realidad. Dios lo quiera.