Así se muestra el panorama económico en nuestro país, el peor de los últimos 37 años. La pandemia del coronavirus ha sido el generador de tan devastador escenario, pero ayudado por una deficiente y poco inteligente manera de manejar la epidemia en nuestro país. Es cierto, de acuerdo con los datos arrojados por el gobierno hoy en día el país presenta, después de Nicaragua, el menor numero de casos en la región de Centroamérica. Sin embargo, tanto a Nicaragua como a El Salvador se le disputa la veracidad en su reporte de datos epidémicos. Una de las razones por la cual se disputan los datos en nuestro país es por el reporte de COMURES, según el cual, El Salvador tendría que estar reportando más de seis veces el numero de muertos y más de tres veces el número de casos a nivel nacional. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el funcionamiento del sistema de salud en El Salvador es débil, y solo superior al sistema de salud de Honduras en la región, por lo que esta discrepancia de datos podría ser causa de un subregistro del sistema de vigilancia, y no del todo intencionado. El hecho, es de que a pesar de noticias infundadas que indican lo contrario, nuestra respuesta nacional a la epidemia ha sido bastante deficiente. Como lo he mencionado en artículos anteriores, la medicina ha sido peor que la enfermedad.

Según el estudio de FUSADES, los niveles de pobreza han aumentado en 10 puntos porcentuales si comparamos el año 2019 con el 2020 (31% vs 41%). O sea, a finales de este año, 4 de cada 10 personas son pobres. El confinamiento, principal arma de defensa utilizado por el gobierno para combatir la epidemia, ha hecho que más de medio millón de ciudadanos salvadoreños carezcan de los medios básicos de subsistencia. Las medidas impuestas de confinamiento revirtieron 20 años de continuo descenso de los niveles de pobreza en nuestro país. No es de extrañarse, 87 días de encierro de nuestra población tenían que marcar factura a nuestra economía, y esto aunado a los 67 días de ausencia de transporte público, se traducen en más de cinco meses de cierre económico.

El golpe brutal y con mayor fuerza a las familias con menor poder económico. Pequeños negocios quebrados y cerrados, familias sin ingresos económicos, desempleo galopante con más de 50 mil empleos formales y 150 mil empleos informales perdidos. Un número mayor a 200 mil familias haciéndose más pobres y más de 55 mil jóvenes sin oportunidades de encontrar empleo. Nuestras exportaciones hundiéndose en picada un 21%, cuando nuestros hermanos centroamericanos, que también están pasando por la misma crisis sanitaria, sus exportaciones fueron substancialmente menos afectadas, con disminuciones en Costa Rica disminuyendo 1.3%, Guatemala y Honduras 0.3%, y aun aumentando inclusive en Nicaragua en un 8.6%. La única diferencia con estos países vecinos, el brutal encierro de nuestra sociedad durante más de cinco meses. Esto no se dio en ningún otro país de Centroamérica, consecuentemente, sus economías capeando el temporal, siendo mucho menos afectadas que la economía de nuestro país.

Veinte años masacrados en lo que probablemente recordaremos como la peor tragedia de los últimos 50 años en nuestro país. Una tragedia que de haber sido manejada con profesionales con la competencia y experiencia adecuadas pudo haber sido evitada. Un liderazgo inteligente y capaz técnicamente, así como políticamente unificador, pudo haber prevenido este golpe tan profundo en nuestras esfera social, económica y sanitaria. Tenemos un liderazgo que, incapaz en el área de salud, nos oculta información preciosa para poder defendernos y aun más, nos incita a dividirnos, en momentos en lo que nuestra sociedad necesita estar unida y coordinada para poder enfrentar efectivamente esta crisis, que al día de hoy ya no solo es sanitaria, sino social, política y economica.

Churchill decía que para mejorar hay que cambiar. Esta intolerable situación necesita un cambio drástico. El pueblo tiene la capacidad para cambiarla. Y ojalá no sigamos hundiéndonos, terminando como dijo el poeta Vicente Rosales y Rosales: “Para otros dieron lana las vicuñas. En este invierno, macho de la muerte, ¡Cuantos no hemos de comer las uñas!”