El ser humano requiere de cuidados y de otro espíritu más amoroso. También nuestro hábitat común nos exige de otra consideración más poética. No puede continuar este tremendo deterioro que nos degrada y nos deshumaniza. Es hora de activar nuestras obligaciones, tanto para con nosotros mismos, como también para ese cosmos del cual procedemos. Quizás nuestro primer empeño deba ser la de conciliar la forma en la que producimos con la manera en que consumismos. Sea como fuere, tenemos que innovar, buscar otros fondos más del alma, otras estrategias más armónicas, sin que nadie se quede atrás, puesto que la preocupación de cada cual requiere de una acción conjunta. A propósito, ya nos consta que algunos ciudadanos ya están cambiando su estilo de vida para ayudar a proteger el clima y el planeta. A propósito, nos injerta ilusión y esperanza ese Acuerdo Verde Europeo, que establece cómo hacer de Europa el primer continente neutral para el clima en 2050. Sin duda, lo considero un buen propósito extensible a lo que somos, una sola familia humana. No podemos seguir sometiéndonos al poder del dinero, a una tecnología y a unas finanzas que nos esclavizan, lo fundamental es que prevalezca el bien social sobre el interés económico.
Tampoco escatimemos energías ante una realidad planetaria que nos convoca a un esfuerzo conjunto, que requiere de la identidad de todo ser humano. Hoy sabemos que buena parte de menores de cinco años nunca se han registrado oficialmente. Se dice que una cuarta parte de los niños del mundo permanecen aún invisibles. Sin esta prueba, indudablemente, a menudo son excluidos de la educación, la atención médica y otros servicios vitales, haciéndolos más vulnerables a la explotación y el abuso. No olvidemos que todos tenemos una pertenencia al planeta, una historia que nos trasciende; y, así, nos enriquecemos cada día más a nosotros mismos. De ningún modo, entremos en ningún juego de ventas, nuestra hondura es nuestra, somos personas con raíces propias, que requieren del diálogo para poder avanzar entre diversos. Crecemos con el contraste de culturas. No levantemos, pues, muros entre nosotros. Nos merecemos la sintonía de hermanarnos. Necesitamos cobijarnos unos a otros. Jamás olvidemos ese camino de interioridad, de escucharse y de atender al otro, esencial para retomar otro espíritu menos tenso y más fraterno. Ya está bien de tantas disputas entre nosotros, muchas veces motivadas por la volatilidad de los mercados y el estrés de las finanzas, cuando lo verdaderamente importante de este mundo envejecido, es la persona y su afán conciliador. Desde luego, no es saludable activar la pasividad y rehuir el encuentro con el análogo, fomentar el desprecio y la exclusión, menospreciando vidas semejantes a las nuestras que requieren de una oportunidad. Dejemos de ser injustos. Hagamos un ejercicio responsable y generoso de nuestro diario de vida.